Contaba de reversa del diez al uno, mientras guiaba la ostentosa copa de vino a mis labios. Las personas alrededor, que se hacían llamar a sí mismas "familia", se atragantaron de uvas verdes cuando un estallido de gritos eufóricos y alegres sacudieron todo el comedor.
<¡Feliz año nuevo!> Resonaba de pared a pared.
Bien, suponía que debía estar feliz por todos aquellos que se entusiasmaban por el simple hecho de pensar que podían dejar de ser mediocres en el nuevo año que recién pisaban... ya que no cuesta nada soñar que un año será mejor que el otro, después de todo, la esperanza es lo último que se pierde, ¿no? En fin, lo que comenzó como una cálida cena familiar en una casa enormemente brillante terminó siendo una de esas fiestas catastróficas de las que dudaba formar parte algún día en mi vida.
El amplio patio se había transformado en una pista de baile gigante y muy colorida, cuentas de colores color neón caían del techo, la música hacía de las suyas reventándome los oídos y las escandalosas formas de bailar que hacían las mujeres eran tan denigrantes que casi me hacían vomitar.
Siendo honesta conmigo misma, me resigné al pensar que si tan solo fuera igual de valiente y aventada que esas chicas que se sacudían sin importarles las miradas de la gente, tal vez yo también podría bailar como ellas, podría disfrutar de la atención de todo el mundo, podría ser interesante para alguien... sin embargo aquí estaba, sentada cruzada de brazos mirándolas con recelo, incapaz de verme allí sonriendo, me limito como siempre a sentir envidia, a evaporarla, a respirarla y al final tragarla. Con el tiempo, esto me resultaba fácil.
Las paredes brillaban y entonces reparé arriba de mi cabeza a la bola disco. Suspiro, bufo un par de veces, giro la cabeza, parpadeo, me quedo paralizada y vuelvo a repetir el mismo círculo.
Allí estaba ese curioso chico de pelo oscuro tomando un trago de ponche con otro chico menos alto. Me conformaba a verlo de vez en cuando cada vez que la gente bailaba a otro lado y dejaban un hueco pequeño por el cual lo admiraba con cierto interés, y aunque me cueste admitirlo, deseo. Pero vaya que me encantaba desear cosas que no puedo tener. Soy ridícula, ese fue mi pensamiento. De acuerdo, había oído hablar de muchos tipos "cachas", guapos, hermosos y bueno...jamás me imaginé que un tipo pudiera superar cada una de esas palabras, él no era "cachas", ni guapo, ni nada de eso, él era... peculiar. Único en su clase. Esos ojos grises con un toque de azul no son nada más que dos piedritas tornasol, ese chico no podría ser humano.
Atontada por su sonrisa amplia y risueña, apoyaba mi barbilla sobre mi puño simulando que simplemente me sentía aburrida y abrumada.
-Miranda...Miranda - Saludó caprichosamente la chica de metro cincuenta y cinco. Candy era una de mis primas favoritas puesto a que ella tenía una edad cercana a la mía. Ella podía presumir de su credencial como legal mientras yo seguía atascada en los diecisiete con una apariencia de catorce. Como era de esperar, Candy modelaba un vestido elegante color coral, con un cuello V, adornado de perlas en el pecho y dejando caer una cola de gaza, demasiado bonito, digno de ella. Con una sonrisa de satisfacción se sentó a mi lado y me ofreció un vaso de soda- ¿No es una pasada? - Preguntó asombrada y yo solo asentí, tomé un trago y menee el cuello un par de veces.
-No está mal, hay fiestas peores - Reí y ella me dio un empujoncito.
-Hablaba de mi vestido - Unió su risa con la mía y miró a un chico que pasaba pavoneándose con unas tres chicas al rededor- Aunque, ¿sabes? él también está bien. - Volví a asentir y mis ojos volvieron a concentrarse en el chico que parecía ser un espejismo. Me di cuenta con detalle lo que llevaba puesto. Tenía toda la nueva colección Armani sobre él y un flequillo que le queda rara vez bien a los hombres.
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El hijo de Hades: El dolor nunca fue tan hermoso.
FantasyUna noche el dios de la muerte y la diosa de la tierra engendraron a un hijo. El poder del padre sobre el de la madre, obligaba a la pequeña criatura ser mandada al tártaro y le prohibía vivir en las maravillas de la tierra. La diosa de la tierra n...