--------------Jack------------
Mi cabeza no daba para más, todo se saldría de control y entonces los dioses del Olimpo se enojarían. Por alguna extraña razón, desde la visita de Hermes a la cabaña, Miranda me miraba desorbitada, intentando leer mi mente y al mismo tiempo haciendo tantas preguntas que no quise escuchar. Agradecí el don de tapar mis oídos para hacerme ajeno a cualquier ruido.
Sí, estaba siendo un idiota por prácticamente ignorarla pero necesitaba pensar para poder hablar con claridad, no podía permitir que los dioses se salieran de control, una vez están en la tierra cometen muchas fallas, arruinan las vidas mortales más de lo debido, el mundo ardería en llamas y lo digo literalmente.
La chica continuaba hablando, pero no podía oír nada, fui a apagar lo que se estaba quemando en la estufa y sentí los pasos de la joven a mis espaldas caminando hacia mí. Me tocó el hombro molesta un par de veces porque no le respondía a lo que fuera que me estaba preguntando, la hice a un lado y caminé escaleras arriba. Lo sé, seguía siendo un idiota.
Sus pasos resonaron detrás mío en cada escalón que pisaba pero me empeñé en no escucharla. Ahora no quería preocuparla, pero algo me decía que sólo lo empeoraba. Decidí escuchar de nuevo y lo primero que recibí al darme la vuelta para verla, fue una cachetada leve en la mejilla de su parte.
- ¡Contéstame!- Gruñó la chica, retrocedí tocando mi mejilla lastimada y noté fuego en sus ojos. Le había fastidiado.
- No tenías porqué golpearme.- Dije tranquilo mientras me sobaba.
- Claro que tenía que hacerlo, en primer lugar; Por haberme hecho pensar que huir de Ayrton era la mejor opción; en segundo lugar, por no contarme nada de lo que sucede; en tercer lugar, por haberme hecho pasar la peor pesadilla en Venecia, y en cuarto lugar, por ignorarme por completo.
- ¿Sabes? Eres muy salvaje cuando te enojas.- Me quejé.- Además, yo sólo intento hacerte feliz, por si no lo habías notado, así que de nada princesa.- Dije con amargura mientras daba una ligera reverencia. La chica no dijo más, se cruzó de brazos y me miró por un minuto.
- Sé que sonará desagradecido de mi parte, pero jamás te pedí que hicieras todo esto por mí, príncipe.
- Claro que no, lo hice simplemente porque quería, quería ver una jodida sonrisa en tu rostro, pero ¿Sabes? Ya veo que a ti no te importa ni te interesa esto que hago por ti.- Solté antes de que me detuviera a pensar.
- No es eso....
- Ah ¿No es eso? ¿Entonces qué es Miranda?- Volví a soltar las palabras sin pensarlas.
- Me abruma todo lo que haces por mí.
- ¿Por qué? ¿Por qué ningún chico te ha invitado a bailar? ¿Por qué ningún niño bonito te ha dicho lo linda que eres? ¿Por qué ni un sólo hombre ha sido lo suficientemente valiente cómo para enfrentarse a cualquier cosa sólo por ti? Pues adivina qué, yo he hecho cada una de esas cosas simplemente para complacerte y no para abrumarte, ni para hacerte sentir incómoda, lo hice porque me importas.- Atajé.
- No es que me hagas sentir de un mal modo.- Negó con la cabeza.- Pero ponte en mi lugar, agradezco tanto lo que haces por mí, solo que bueno, ¿Qué esperabas? ¿Que una noche vea a un demonio que intentó ahogarme y luego estar como si nada hubiera pasado?- Preguntó.
- Bueno, si lo pones de esa manera...
- ¿Tú esperabas que fuera a tus brazos y te dijera "Gracias Jack, eres mi héroe"', pues no es así y lamentablemente ¿Te digo algo? Me importas, y por esa misma razón quiero seguir viajando, contigo, pero quiero también respuestas, estoy cansada de convivir con alguien que no quiere poner ni la más mínima confianza en mí.
- Miranda no es que no confíe en ti...pero no puedo darte las respuestas de lo que me preguntas, no aún.- Le dije mirando al suelo, todo se iba a la basura, después de todo, no pudo amarme estos días, y mis esperanzas eran tan escasas como la lluvia en África.
- Si no fuera porque me das algo de felicidad, ahora mismo corro lejos de ti.- Escuché la voz firme y a la vez cálida de la chica.
Levanté la vista, y ahí la vi con una expresión de odio pero con una ligera sonrisa en sus labios. Sus brazos ya no estaban cruzados y sus manos estaban metidas por los bolsillos de su pantalón. Tal vez no todo estaba perdido. Do un paso adelante y suspiré hondo.- ¿Yo te hago feliz, Miranda?
La chica dudó en responder, más no sé si dudaba en lo que iba a decir, borró su sonrisa para verme tan seria como pudiera y yo sonreí.
- Sí, Jack. Me haces feliz.
-------------Miranda-------------
Jack había preparado todo, nos íbamos de vuelta a Ayrton. Yo seguía formulando preguntas en mi cabeza y él no me contestaba ni una, sólo conducía en un auto Smart de renta al aeropuerto. Yo miraba por la ventana, pegando mi frente al vidrio sin querer decirle adiós a esa hermosa vista.Había soñado tanto tiempo con ir a Venecia, pero fue muy diferente de lo que pensé. A una parte de mí le gustaba, pero a mi otra parte le parecía una pesadilla. La última vez que había dormido tuve pesadillas, sobre un demonio, pero no era el demonio con el que Jack se había enfrentado en el bote, era mi tío. Hacía tanto tiempo que no le veía, que casi lo había olvidado. Ahora iba de vuelta a casa, sería fin de semana y lo vería. El pensamiento de su asquerosa sonrisa y sus temblorosas manos, hacía que se me hiciera un nudo en la garganta. Un día no habría salida y entonces, sus asquerosas manos jugarían conmigo. Ni siquiera la linda Venecia me consolaba. Jack frenó de golpe al llegar al aeropuerto, salió del auto, lo rodeó y me abrió la puerta. Tomó mi mano y gemí de dolor al sentir una quemazón.
- Lo siento, olvidé tranquilizarme un poco.- Dijo el pelinegro haciendo ceder el fuego de sus manos.
- No te preocupes.- Volví a tomar su mano por inercia aún absorbida por mis pensamientos.
- ¿Qué te sucede Miranda?-Me giró hacia él con delicadeza.
-Nada.- Seguí caminando mientras jalaba su brazo- Estoy bien.
- No te creo y me preocupa lo que pasa por tu cabecita.- Me dijo dando una pausa a sus pasos.
No le hice caso y entré al aeropuerto. Sentí unos pasos detrás de mí y luego su mano sobre mi hombro.
-Algo no está bien, Miranda. Y sé que no tiene nada que ver con lo del demonio ni los dioses vueltos locos en la ciudad de Ayrton.-Agaché mi cabeza pero la levanté rápido cuando el joven volvió a hablar.- Es alguien...¿Alguien te ha hecho daño, Miranda? -Negué con la cabeza.- Alguien quiere hacerlo.-No que yo sepa.-El chico se rio amargamente.
-No te estaba preguntando, linda. Te lo afirmo. Pero tranquila, me aseguraré de que esa persona sufra.-Su voz disparaba veneno y siguió caminando jalándome desde la muñeca.
ESTÁS LEYENDO
El hijo de Hades: El dolor nunca fue tan hermoso.
FantasiaUna noche el dios de la muerte y la diosa de la tierra engendraron a un hijo. El poder del padre sobre el de la madre, obligaba a la pequeña criatura ser mandada al tártaro y le prohibía vivir en las maravillas de la tierra. La diosa de la tierra n...