Apenas comienzo

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Miranda entre cerró sus ojos mirando a la nada, estaba pensando. Comencé a tamborilear la mesa esperando su respuesta cuando finalmente habló con voz fuerte.

- ¿Esto es un curso de filosofía?- Preguntó la chica antes de reír.

- No, te pregunto en serio.- Respondí sonriendo sin revelar mis dientes. 

-Oh.- Miranda se acomodó el cabello pensando por otro largo momento.- Entonces,  probablemente.- Soltó y sonreí.

- ¿Por qué?

- Porque cuando estás perdido puedes encontrar cualquier cosa, incluso a ti mismo, en cambio, cuando eres encontrado, sólo eres la máquina de alguien y te limitas a hacer lo que te dicen, justo como lo hago ahora.- Alcé mi ceja como si fuera un interrogatorio, ella siguió.- Voy a la escuela porque mi familia dice que es necesario si quiero un empleo, cuido a mis hermanos porque es mi deber de hermana amarlos y protegerlos y estoy aquí porque tú me lo pediste.

- Vaya, realmente te tomas las preguntas en serio- Apremié.- Y ahora respóndeme esta.- Los ojos de Miranda no dejaban de ver mis dedos tamborileando la mesa.- ¿Te gustaría escaparte un día conmigo?

Seguramente la chica no tenía ni idea de qué pensar o que decir en ese momento, y eso me hizo reír un poco de ternura, ella estaba atemorizada. 

Estaba entre esas delgadas líneas de la adrenalina, miedo y desconfianza. No hacía falta intentar leer su mente, pues su rostro lo decía todo. Pasó quizá una eternidad para que volviera a escucharse una voz en la biblioteca, pero ésta simplemente se encogió de hombros.

- No sé, no te conozco aún lo suficiente y probablemente mi familia se volvería loca y quizá nos hagan daño, el mundo últimamente es muy peligroso allá afuera y yo....- Su lengua se trababa y con una de mis manos le tapé la boca unos segundos.

- Y tú ¿Qué?, ¿Eres una de las muchas damas en peligro.- Enarqué ambas cejas.- Nada te pasará estando conmigo, lo juro. 

- ¿Tienes un arma? - Bromeó quitando mi mano de su boca.

- No...tengo algo más letal.- La chica me miró mal, cruzando sus brazos y dando un paso atrás.

- ¿Qué cosa?

- Tengo a una adolescente terca, no hay nada más letal que eso lindura.- Miranda soltó una carcajada sarcástica y uní mi risa con la suya. 

- De acuerdo.- La chica suspiró negando con su cabeza.- Dudo que suceda, así que me atreveré a decir que sí, claro, escapémonos, tú dime cuando.

Intentaba sacudirme los nervios que me comían los pensamientos por las malditas furias que mi padre había mandado, pero por fuera, sólo lucía como alguien que manejaba tranquilo en el convertible. Empecé a sentirme por primera vez, como un chico realmente normal, tal vez no había tanta diferencia entre yo y un adolescente humano. Ambos podemos tener una telaraña llena de agonía en la cabeza y al mismo tiempo lucir completamente felices. 

Toda la carretera era una increíble escena, digna de tomarle una foto, se encontraba vacía, con un atardecer que muy pocos podían presenciar pero lo que hacía todo más perfecto, era la risa tonta de la chica que estaba a mi lado. No era que comenzara a sentir algo por ella, claro que no...pero sería un idiota si no admitía que me hacía mejor. 

- ¿A dónde vamos ahora?- Preguntó Miranda.

- A un bar.- Volteé a verla y su cara era de confusión y asco al mismo tiempo.

- Dios, ¿Sabes cómo son los bares? y sobre todo aquí en Ayrton.- Replicó y solté unas cuantas risas.

- Me hago una idea.

El hijo de Hades: El dolor nunca fue tan hermoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora