Capítulo 1

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Anahi Puente la vista hacia las piedras grises y se preguntó lo que encontraría dentro. El príncipe o el dragón?

El dragón, probablemente, se preguntó si eran ciertos los rumores de que van a escuchar el personal de la ciudad en el ferry a la hermosa isla. Herrera hizo Alfonso sabía lo que se temía? Pensó, viendo las enormes piedras y ventanas de arco, mientras el taxi entró en el camino que conduce a la entrada. La estructura enorme tenía que almenas, además de la torre principal. Anahí sólo vio soledad por todas partes.

- Señora ... - le dijo al conductor que pare en frente de la casa grande. - ¿Estás seguro de que este es el lugar donde se quiere ir?

¿Por qué todos en la isla pediría lo mismo, como si ir a la horca? Alfonso era sólo un hombre, nada más.

- Sí, estoy seguro, señor Pinkney - respondió, sin mirar el controlador de mediana edad.

- El señor Herrera no es un buen tipo, como usted sabe.

- No es de extrañar, ya que todos ellos actúan como si fueron capaces de morder, ¿verdad? - Esta vez lo miraba directamente, levantando una ceja.

El hombre se sonrojó y luego volvió a mirar a la casa.

- Los rumores deben tener algún fundamento - se quejó, dejando el coche para llevar el equipaje Anahi.

También se bajó y lo acompañó hasta los escalones de la entrada.

Como el siervo de un rey, que había sido contratado para ayudar a su hija de cuatro años de edad de Alfonso Herrera se acostumbre a vivir allí. El vivir con un hombre solitario que vivía encerrado en un castillo, lejos de cualquier contacto humano. Por cierto, tienen mucho trabajo, ya que, según el rumor de que nadie había puesto un pie en la casa, además de los repartidores, los últimos cuatro anos.Anahí sentido pena por la niña, que acababa de perder a su madre y se había alejado de padre. Anahi estaba allí para visitar el lugar antes de que llegue a la chica.

El Sr. Pinkney puso las bolsas en el suelo. Para dar la vuelta a pagarlo, Anahi se dio cuenta de que escribir algo en un pedazo de papel. Una vez que le entregó el dinero, el hombre le entregó el papel.

- Aquí está mi teléfono. Si necesitas algo solo llamar.

El gesto dejó la movió, pero no fue necesario.

- Él no es un monstruo, el Sr. Pinkney.

- Es si. Grita a cualquier persona que puso un pie en su tierra, y casi hizo picadillo a la pobre chico que entrega las compras del supermercado. No quiero ni pensar lo que puede hacer con usted. - Y si se mira con firmeza Anahi, el conductor volvió a mirar el castillo y suspiró. - Esta casa fue construida hace muchos años por un hombre que se levantó a la novia. Ella quería vivir como una princesa, y él trató de satisfacer este deseo. Llevó cada piedra del continente, y muchas cosas vino de Inglaterra o Irlanda, por lo que escucho. Murió antes de que la casa fue terminado, o antes, el niño tuvo la oportunidad de casarse con ella.

Qué historia tan triste, pensó, pero luego levantó la barbilla.

- Estás actuando como si la casa estaba embrujada, o una maldición.

El Sr. Pinkney dijo nada, mirando a las pesadas puertas de madera, al igual que la entrada de una cueva. Tonterías, pensó Anahi, elevando la aldaba de bronce a llamar a la puerta. Era la cabeza de un dragón. Pues bien, el señor Herrera, si es necesario para mantener a la gente lejos de aquí, ha hecho un buen trabajo. Llamó a la puerta y esperó.

Inmediatamente se oyó una voz, el timbre del portero automático a la derecha de la puerta.

- Adelante.

La voz era profunda, ronca uno, y sin darse cuenta se estremeció Anahi invadido por una sensación de aprensión.

- Ya sabes lo que dije? - Pregunta Pinkney.

- Tonterías - dijo con firmeza, abrió la puerta y entrar. Una pequeña lámpara, colocada en una hermosa mesa de madera tallada, sistema de iluminación en parte el vestíbulo. Se llevó la mano bolso y la maleta en el suelo y se volvió, viendo que el señor Pinkney empujado a toda prisa las bolsas en el interior y se alejó hacia las escaleras. Pero el gesto no le impidió tomar un buen vistazo a la casa, pensó Anahi. Ella buscó el interruptor y pronto el lugar estaba completamente iluminado. El hombre se encogió y retrocedió aún más.

- Llámame si es necesario - se repite, con el acento más pronunciado.

Su actitud, así como las personas que habían encontrado en la ciudad, se sorprendió al verlo venir, y haciendo advertencias, era terriblemente injusto e infundado, ya que habló de un hombre que ni siquiera sabía. De repente Anahi sintió motivado para proteger al Sr. Alfonso.

El Bello y la Bestia •AyA• (Versión en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora