Capítulo 37

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Cuando él no respondió, el corazón de Anahi apretó y el dolor era casi insoportable. Por último, habló lentamente:

- No podemos tener cualquier cosa si usted no confía en mí. Todo parece temporal, como si estábamos usando uno al otro.

Durante un largo momento, se limitó a mirarla, luchando una batalla interna entre lo que quería y que no podía tener. Alfonso levantó la mano y le preguntó:

- Ven a mí, Anahi. Aunque todavía tengo la fuerza. - Su mano estaba temblando. - Ven a ver el monstruo que desea tocar.

-Eres No es un Anahi monstro.- rosa, mirando la mano extendida en el aire. Sus dedos temblaban Alfonso, y ella corrieron a él, sosteniendo su mano y presionándola contra su cara.

- Oh, Anahí- Alfonso se quejó. Ella tiró de él en la sombra.

- En la oscuridad - susurró - somos iguales. No, shh ... no soy la vieja reina de belleza. No tiene cicatrices. Estamos a sólo dos personas, Alfonso. No hay nada más.

- No podemos quedarnos aquí, ya la luz ...

- A la luz son dos personas, cada una con sus imperfecciones. - Ella levantó la vista, vio la silueta de las cicatrices que había escondido durante tanto tiempo, pero no con claridad. - Muéstreme.

Alfonso tomó una respiración profunda, sabiendo que este era el momento en que pierde todo lo que había logrado y que tanto deseaba. Se volvió hacia el fuego, poco a poco, llevándola con él.

La luz repartidos en la cara de Alfonso, que retrocedió, un gesto instintivo, aunque no deja de mirarla. Él esperó. Espera a que el asco, para rechazar la cara del Anahi.

Pero no pasó nada.

Anahí lo observó lentamente, sintiendo la tensión que dominaba, como si esperara ver a su carrera fuera de allí. Pero yo no iría a ninguna parte. Encontró coraje de aparecer, y que no te decepcionará. Ese momento significó mucho para ella, que le revela cosas que Alfonso no podía decir. Y que la confianza era el mejor regalo que podíamos recibir.

Todavía era un hombre muy guapo. Basta con mirar esos hermosos ojos azules, la misma que la hija, su corazón se disparó.

- Sus ojos son una maravilla - dijo. - Y parece que esperó décadas para verlos.

Por un momento, ella sólo saboreó el momento. Luego su mirada se dirigió a las cicatrices. ¿Cuánto dolor debe haber sufrido, pensamiento, tocando las puntas de los dedos marcas que ambos estaban sufriendo. Cerró los ojos, respirando con dificultad.

Eran como las marcas de las garras de un animal salvaje. Dos habían cortado la frente, cerca del pelo, una abajo de la ceja. Había otro en la esquina de un párpado, cerca del ojo.

Una vez por la cara, la mandíbula, continuando a través del cuello para desaparecer dentro de la camisa.

Alfonso se quedó inmóvil como una estatua de piedra, los brazos a los lados, con los puños apretados. El corazón de Anahi casi se rompió el pensamiento de los años de soledad, en la creencia de que la apariencia le impidió ser amado, olvidando el acto de valor que había causado las marcas.

- Has sobrevivido a todo esto - susurró ella, sorprendidos y encantados.

La miró a los ojos, al ver que aún más cerca.

- Anahi ...

- Shh. - Su mano se deslizó hasta el cuello de Alfonso, acercándolo más. Besó a su ligera marca en la frente, los ojos, el cuello, con ternura, abriendo uno a uno los botones de la camisa y siguió a besar las cicatrices que pasaron sobre el hombro.

Él gimió, agarrándola por la cintura y tratando de alejarla.

- Anahi, no!

Ella lo abrazó, incluyendo el miedo y la ansiedad.

- Por favor, Alfonso, no me alejara. Soportasteis tanto dolor. Ahora son únicas marcas en la memoria. - Él negó con la cabeza, pero Anahí continuó besando cada cicatriz, y sus labios eran como un bálsamo. - No veo ninguna deformidad. Lo que veo son signos de valor. Las heridas de guerra que sobrevivieron.

El corazón latía de Alfonso, y deslizó su mano sobre la espalda suave, hundiendo sus dedos en el cabello sedoso. Con un gesto repentino, inclinó la cabeza hacia atrás.

- No quiero tu compasión.

Sus labios se curvaron en una sonrisa antes de mirarlo directamente.

- Mi maravillosa bestia - dijo en un tono bajo, seductora. - La última cosa que siento por ti es compasión.

- Hay más - Alfonso murmuró. - Mis costillas, cadera ... La pierna.

- No me importa. ¿Cuándo va a entender eso?

- Yo nunca ... Es decir, ninguna mujer me ha tocado ... Ella sonrió suavemente.

- Wow ... Es casi virgen, entonces?

Se rió, pero se congeló cuando Anahi puso su cuerpo al de él. Me sentía cada curva, pechos suaves bajo la bata, al darse cuenta de que estaba desnuda debajo de la tela delgada.

Cada célula de su cuerpo vibraba, llamó a Anahi. Murmuró su nombre, sus manos que cubren el cuerpo perfecto.

***
Finalmente se mostró !!! la web está a punto de terminar = (

El Bello y la Bestia •AyA• (Versión en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora