Capítulo 39

202 13 0
                                    

- Todavia no. Quiero sentir que. - Y ella abrió las piernas de ella, se colocó entre ellas, las burlas, tocando ligeramente.

- Vamos, ahora - Anahi dijo, tratando de tirar de él.

- No quiero hacerle daño.

- No podía Alfonso. Nunca.

De repente se puso de pie, se estableció en su regazo, y lo guió en su interior.

- Me dijo que ahora.

- No puedo negar nada - se quejó.

Aferrándose a los hombros de Alfonso, mirándolo, Anahí se trasladó el cuerpo, ayudando a penetrarla más profundamente. Era grande, duro, y ella se estremeció, moviéndose sensualmente.

- Oh, Anahi es ... tan ...

- Lo sé - dijo ella, besándole con ternura. - Yo sé.
Fue perfecto.

Anahí no conoció otro momento de su vida sería así. Nada tan cerca podría suceder. Su corazón ya fue entregado. Era suyo.

Y ahora su alma también. Los labios del Alfonso cubrieron los suyos, con ganas, con hambre. Y entonces ella se movió.

Alfonso contuvo la respiración, apretando los dientes, y Anahi encantados con la expresión de su cara mientras se movía, flexionar los músculos femeninos para darle más placer. Sus manos agarraron sus caderas, ayudando al movimiento.

Se veía tan pequeña en los brazos musculosos, sus delgados muslos que dobla cada vez que se levantaron y cayeron en ella. Con más fondos golpes, penetró, y lejos de la cara el pelo largo, la miró directamente.

Nunca habría otra mujer en su vida. No hay tiempo sería más valioso que eso. Fue la pasión que compartían, ni el deseo de robar su control. Ella era. Anahi, que logró tocarlo como cualquier otra persona. Quien había abierto su corazón, su alma, para darle la salvación. Ella lo hizo querer ser un hombre mejor, un mejor padre. Y lo obligó a ver el valor en sí, que había llegado a dudar.

La felicidad Alfonso se expresó en los besos, el deseo de dar más placer a ti. Por el que se en la alfombra, muslos unidos a sus caderas, vieron la cara perfecta, sensual sonrisa, y penetró en su más profundo.

Las llamas iluminaron su cuerpo con una luz dorada.

La lluvia golpeaba las ventanas y paredes de piedra.

Poniendo su mano debajo de ella, Alfonso se lanzó, al ver su gemido de placer, piel brillante, con la cara encendida.

- Oh, Alfonso ...

Ella lo abrazó, mientras que el deseo latía en su interior.

Por mirarla, Alfonso refleja como Anahi le hizo sentirse feliz desde el día en que llegaron. Como volver a ser un hombre. Como él siempre que esa noche, mucho más que el placer físico. Mucho más.

La luz de la chimenea, el castillo de piedra, los dos volvieron a nacer.

La tormenta rugía fuera, mientras que Alfonso la quería, perdido en la suavidad de la bienvenida, la esperanza de encontrar y la libertad.

Anahí cuerpo ondulado, los delicados músculos que lo mantienen como un puño de terciopelo. Se tensó los dedos aferrados a su pecho, y le hizo perder el control por completo. Sus piernas se tensaron aún más Alfonso caderas para alcanzar el éxtasis.

Inclinando la cabeza hacia atrás, gritó. La bestia presa dentro de él había sido liberado.

El sonido llenó el aire.

Alfonso hundió más profundamente dentro de ella, y Anahi le atrajo hacia él, como si no fuera suficiente. Él negó con la expresión de la cara tensa, y ella lo acarició con ternura.

Alfonso sopló aliento. Sus manos acariciaron su espalda cubierta de cicatrices y este gesto lo tocaron. Nunca se cansa de contacto Anahi. Nunca. Rozando sus labios sobre los de ella, sabía que todo el dolor y toda la soledad se habían ido.

Encontró la libertad. Y recuperó el corazón.

Durante mucho tiempo que permanecieron inmóvil. Así que Alfonso se apoyó en sus brazos y la miró. Anahí sonrió, trazando con la punta de los dedos los labios, la barbilla.

- Bueno - suspiró - para asegurarse de que no se pierda la práctica.

Se rió, mostrando los dientes blancos. Su sonrisa se ensanchó, al tirar de él en un beso.

- ¿Tienes frío?

- No ... - dijo, deslizando la mano por encima del hombro.

- Creo que la luz de nuevo.

- Entonces, ¿qué?

Se rió, sacudiendo la cabeza,

- Ahora sé cómo hacer que te perezoso.

Ella abrió un ojo, mirando a un lado.

- No se puede parar un minuto!

- No me gusta perder el tiempo. Anahí .. - Dudó. - No me puedo imaginar lo que significa para mí aceptar ...

Ella puso dos dedos en los labios.

-. No, yo no tenía que aceptar cualquier cosa, Alfonso. Acababa satisfecho mi curiosidad. Apenas eso.

Su rostro se endureció.

El Bello y la Bestia •AyA• (Versión en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora