Capítulo 38

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Tirando de la camisa de sus pantalones, Anahi expone su cuerpo musculoso. Por cierto, las horas de soledad se han dedicado a la cantidad de ejercicio, y el resultado fue impresionante. Fue realmente hermoso, y apenas la vista era suficiente para volverla loca de deseo.

Por un momento, ella se encontró con su mirada, y luego cerró los labios sobre uno de sus pezones, haciendo de él una mueca de dolor. Ahora se lamentó, abrazándola con más fuerza. Deslizando sus manos por las costillas, Anahi sintió las cicatrices. Cada beso de ella, el alma de Alfonso abrió. Él quería más y más.

Sumergir los dedos en el cabello sedoso, la atrajo hacia sí y la besó apasionadamente.

Fue un beso con hambre y sin control. Su lengua se burla y exigió, sus labios y saboreó Anahi se correspondía con pasión.

Sosteniéndola con fuerza, Alfonso la levantó del suelo. Era tan pequeña, tan ligero, y podría tomar el aliento, tocar su alma. Pero no fue suficiente.

- Tócame - susurrada Anahi. - No puedo esperar, Alfonso.

Y lo hizo, hasta las manos a sus muslos, acariciando sus caderas.

Sin interrumpir los besos, que cayeron de rodillas, se abrazaron, y Alfonso deshicieron la túnica con las manos cubriendo sus pechos desnudos. Ella gimió, inclinando su cabeza hacia atrás, a una oferta en silencio, y él tomó un pezón entre sus labios. Anahí gritó su nombre, con las manos enterradas en el cabello suave, sus caderas ondulantes contra él. Y luego se intensificó Alfonso caricias.

El cuerpo Anahi se estremeció en olas de placer, y no tardó en mojado, listo para recibirlo. Su ropa ya no podían contener el miembro erecto. Y ella quería más. Quería sentirlo dentro de ella, llenándola por completo, a punto de explotar de placer.

Con gestos rápidos, se quitó la camisa, que rasga en sus brazos y la lanzó al suelo. Sus manos recorrían su pecho, brazos fuertes, abdomen plano.

- Eres tan hermosa - dije, y él sabía que era sincero. Yo sabía que la mujer vio al hombre, no las cicatrices.

Jadeante, Alfonso siguió acariciándola.

- Voy a hacer el amor contigo. - No era una pregunta, ni tampoco había ninguna duda.

- Era lo que estaba esperando.

Se quitó el manto que llevaba, y la mirada ansiosa barrió el cuerpo perfecto, muslos desnudos, abierto en su regazo.

- Voy a necesitar toda la noche - murmuró.

Anahí cejas arqueadas, desabrochándose el cinturón de los pantalones Alfonso y descompresión.

- Yo no voy a ninguna parte.

Tragar, Alfonso le tomó la mano.

- Necesitamos protección.

- Puedo manejar esto - Anahi contestó, deslizando su mano en los pantalones con una sonrisa.

Él trató de detenerla, pero Anahi exploró lentamente, tocando la erección, sintiéndose aún más tensa bajo su tacto.

El cuerpo fuerte y musculoso de Alfonso tembló en el tacto de sus manos.

- Se me va a volver loco - gimió suavemente.

- Usted ha dicho toda la noche. Quiero estar seguro de eso.

Ella se rió y lo besó de nuevo, anticipando el placer de sentirlo dentro. Pero él estaba en el suelo, saboreando cada parte del cuerpo perfecto, sus pechos, sus muslos, vientre plano. Y cuando se dobla entre sus piernas, Anahi se estremeció con anticipación. De distancia de sus piernas, introdujo dos dedos en la hendidura húmeda, y se arqueó su espalda, como un gato salvaje.

- Mírame - preguntó, y Anahi obedecida, abriendo los ojos lentamente.

Alfonso provocó, excitado, viendo su cara, las reacciones, su placer y, sin apartar la mirada, cubrió sus labios el centro de su feminidad.

Ella gritó su nombre con voz ronca, y Alfonso conocía cada movimiento, cada músculo, mientras saboreaba. A continuación, se pasó los dedos más profundamente, sintiendo su cuerpo pida más, dándose cuenta de que el deseo latía cada vez más fuerte.

El placer de Anahí era también la suya. Y cuando se mordió el labio y se estremeció a la altura del placer, sintió lo importante que era para él. Se aferró a él con fuerza.

-Alfonso! - Por último, se dejó caer al suelo, exhausto. Se echó a reír, y antes de que pudiera descansar, se levantó y tomó el resto de la ropa.

Anahí abrió los ojos. Era hermoso, los firmes muslos, caderas estrechas, de pie frente a ella, erecto y palpitante miembro. Y cuando él dio un paso atrás, se arrodilló, sujetándolo por las piernas y que cubre los labios de la cicatriz en la pierna hasta la rodilla. El lenguaje Anahi subió por la pierna, los muslos, mientras sus manos acariciaban. Y entonces ella tomó el miembro duro y lo miró directamente. Alfonso sacudió la cabeza, sosteniendo su mano y la dejó caer al suelo, tumbado sobre su espalda.

El Bello y la Bestia •AyA• (Versión en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora