Un Collar Especial

2K 130 14
                                    

Me fui a mi casa nerviosa, las piernas me temblaban, todavía no podía creer que había tenido un encuentro con el Señor de los Mares, el Dios mitológico, en el que ni siquiera creía. Mi collar comenzó a brillar y me dio miedo que alguien más lo viera, pero al parecer nadie lo veía.

Entré a mi casa y sentí un fuerte olor a mar, me toqué el collar y estaba húmedo, pero no goteaba, simplemente estaba mojado con agua de mar. Era muy extraño. Me asusté. ¿Y si ese collar tomaba vida propia y me quería ahorcar por la noche? No pude evitar reírme ante semejante estupidez. En vez de asustarme más, me burlé de mí misma. Si ese hombre hubiese querido hacerme daño, lo hubiera hecho en el momento que tuvo la oportunidad, estábamos solos en el muelle, perfectamente podría haberme lanzado al agua y creo que nadie se hubiera enterado.

Cuando llegó la noche, me quité el collar y lo dejé en mi velador, en ese momento se encendió como una discoteca lanzando colores por todo el cuarto. Pero no eran de cualquier color, eran suaves tonalidades tornasol con figuras de peces, de delfines, de hecho lo que más había eran delfines, también caracolas, pulpos, caballitos de mar… Era un espectáculo hermoso, mágico, demasiado bello y, lo mejor de todo, es que calmaba mis ansias y miedos. Me dormí envuelta en la maravillosa sensación de estar en medio del mar en mi propio cuarto.

El día lunes me despertó una suave melodía, aunque no entendí lo que cantaban, era una hermosa canción, mucho mejor que cualquier alarma de celular. Abrí los ojos y me encontré con un espectáculo extraordinario: a mi mundo marino se le habían agregado varias sirenas que cantaban una hermosa sinfonía llena de emoción. Parecía un sueño, me daban ganas de quedarme allí para siempre.

En cuanto me puse mi collar, los colores de mi habitación se esfumaron. Sentí un vacío enorme, pero no podía irme sin mi  regalo.

—Espero que hayas descansado —su voz sonó por todo el cuarto, como si estuviera hablándome por un micrófono. Di un salto, pero luego sonreí. ¿Debería hablarle en voz alta o aún en la distancia leería mis pensamientos?— Como lo prefieras —fue su contestación— Siempre te escucho.

No pude evitar reírme, era tan extraño, ¿me estaba volviendo loca?

—No estás loca, el collar en tu cuello te lo demuestra.

—¿Puedo mostrárselo a otras personas?

—Por supuesto, pero no con cualquier persona.

―¿Y cómo sabré con quién?

―Lo sabrás. No puedes contar esto a alguien en quien no confías.

—Por supuesto, no se lo contaré a cualquiera.

—Entonces, hazlo, confío en tu buen juicio.  

—Debo irme a trabajar.

—Cuídate, si necesitas algo, sólo presiona el collar y te ayudaré en lo que sea, ¿sí?

—Gracias.

La magia se fue, aunque el collar permanecía húmedo.

 Me fui a trabajar a regañadientes, gustosa me hubiese quedado en ese lugar de ensueño, con la magia del mar a mi alrededor.

Mi collar llamó la atención de mis compañeros que querían saber dónde lo había comprado, incluso una de ellas, Ámbar, que es un poco hippie, lo tocó y al sentirlo húmedo me miró con extrañeza. Yo lo aparté con brusquedad.

—Este collar es mágico, se siente su energía en él. Quien te lo haya dado te quiere mucho, es protección y amor.

Yo la miré con los ojos como plato, ¿cómo sabía ella eso?

Una Tarde EspecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora