Un Año Nuevo Especial

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Aquella semana terminé vendiendo casi lo mismo que había vendido en todo el mes, personas que ya había dado por perdidas, me llamaban, me encontraban en la calle o daba la casualidad que al ir a ver a algún cliente, estaban de visita en esa casa o eran vecinos… El asunto es que logré el puesto de Vendedora del Mes, por primera vez en todo el año que llevaba trabajando. Fue una sensación muy reconfortante. Mi collar también estaba feliz. Podía sentirlo.

Después de un breve desayuno de celebración el día 31 salimos de la oficina, ninguno iba a trabajar ese día, de hecho, nadie nos recibiría en vísperas de año nuevo. Yo aún no decidía qué iba a hacer. Mi hermano iba a pasarlo con la familia de Teresa, este año nos había tocado a nosotros la navidad con ellos. Mi hermana lo pasaría con su esposo, no habían estado juntos para Nochebuena y ahora querían estar juntos como familia. Seguramente, después de las doce pasarían un ratito por casa de mis papás a visitarnos. Pero mis papás se acostaban temprano, no eran muy amigos del año nuevo, la navidad la pasaban por los nietos. Lo más probable es que cenara con mis padres, pero después de las doce me volviera a mi casa.

―¡Rebeca! ―me gritó Fernando apenas bajé la larga escalera para salir del edificio.

―Fernando ―me volví sin ganas.

―¿Pensaste qué harás esta noche?

―Lo pasaré con mi familia.

―¿Y después de las doce? ¿No te animas a venir conmigo y unos amigos a celebrar?

―No, gracias, ya ves el trabajo que he tenido esta semana y estoy cansada, además ya quedé con mi familia.

―Bueno, mira, si te animas, me llamas y te voy a buscar a la hora que quieras, ¿sí? Será más especial si tú estás ahí ―me sonrió coqueto.

―Si me animo te llamo, pero no te prometo nada, lo más probable es que no te llame.

―Bueno, la invitación está hecha, no te saludo ahora, porque dicen que es mala suerte, después de las doce te saludo, espero verte esta noche.

Yo sólo sonreí y emprendí mi camino, quería ir al muelle rompeolas, necesitaba estar allí, necesitaba sentirlo no sólo a través de mi collar, cada día me acostumbraba más a escucharlo, a dormir en mi océano particular, a despertar con el canto de las sirenas…

Ámbar no me había molestado el resto de la semana, estaba molesta conmigo, yo no quería eso, pero no tenía ninguna señal de que podría confiar en ella.

Una ola me salpicó la cara agradablemente.

―Hola extraña ―me habló contento.

―Hola ―me puse roja, como cada vez que hablaba con él.

―Hoy es un día especial para ustedes.

―Sí, aunque no sé si tanto para mí.

―¿No te gusta?

―No sé ―estaba nostálgica, me sentía sola.

―¿Y los fuegos artificiales?

―Sí, de la casa de mis papás se ven claritos, no es que me llamen mucho la atención tampoco, en pareja debe ser mejor, supongo.

―¿Nunca has estado en pareja para verlos?

―Nunca he estado en pareja.

Él guardó silencio, no sé qué pensaría, tal vez lo de todos, que era “rara”.

―No pienso eso de ti ―dijo con firmeza.

Ahora fui yo la que no supe qué decir.

―¿Esta noche te quedarás en casa de tus padres?

Una Tarde EspecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora