Un Enero Especial

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Aquella fue la primera noche que soñé con él. Cada noche el sueño casi era el mismo, yo, en una época antigua, esperando que volviera de su viaje, esperando a verlo otra vez, como ahora.

Cada atardecer me iba al muelle, estar allí hacía que me sintiera más cerca de él, esperaba el día que llegara hasta allí para esperarlo. De pensarlo, el estómago se me apretaba, me ponía nerviosa, ¿cómo sería el día que volviera?

El primer fin de semana de enero nos juntamos los hermanos en casa de mis padres, los niños se habían pasado casi toda la semana allí, disfrutando la piscina, la playa estaba con medusas y marea roja, así que no les apetecía ir a nadar allí, además, era peligroso, especialmente para los niños.

Poco antes del almuerzo, vino el momento que temía, mi hermano preguntándome por mi “enamorado” cuando quedamos solos en el patio para sacar a los niños de la piscina para almorzar.

—¿Sigue igual?

—¿Igual a qué? —le pregunté haciéndome la desentendida.

—¿Sigue cuidándote y preocupándose por ti?

—Así es —me sonrojé al recordar que ahora dormía a mi lado.

—¿Por qué te pones roja? —me preguntó con burla.

—¡No me pongo roja! —aseguré sabiendo que mentía.

—Ya, cuenta, ¿qué pasó para que estés así?

—Nada, es que me siento rara hablando contigo de esto, hasta a mí me parece extraño, como si estuviera loca.

—No, hermanita, no estás loca, yo también lo vi brillar, además yo sabía que algo así te esperaría.

—¿Por qué lo dices?

—-Porque desde pequeña has sido diferente a nosotros, no perteneces a este mundo...

Teresa nos interrumpió llamándonos a almorzar, mi hermano me dio una mirada llena de significado, pero no la comprendí.

—Ahora vas a ver por qué te digo esto —me dijo cuando pasó por mi lado para llegar a su esposa y de la mano entrar al comedor, donde nos esperaban los demás.

En medio del almuerzo mi hermano miraba a mi mamá con insistencia.

—¿Qué pasa que me miras así?

—Es que me estaba acordando... ¿Cuando nacimos nosotros o Rebeca fue que hubieron esas marejadas tan grandes?

—Rebeca —contestó mi papá con presteza—, ese día no se podía andar por la costanera, parecía que el mar quería entrar a la ciudad.

Yo  bajé la cara avergonzada, seguramente una casualidad que mi hermano la estaba tomando por una “señal”.

—Yo iba a ver a tu mamá al hospital —siguió contando mi papá ajeno a lo que mi hermano estaba haciendo—, y habían muchos “tacos”, los que se habían ido por la costanera querían, necesitaban, ir hacia arriba, así que los que nos habíamos ido evitando la costanera, teníamos que darle paso a ellos, me demoré casi dos horas en llegar al hospital.

—Fue harto entonces —comentó Felipe.

—Mucho, pocas veces se ha visto algo así.

—A lo mejor por eso mi hermanita le tiene tanto miedo al agua.

—Más que por eso —intervino mi mamá—, yo creo que fue lo que le pasó el primer día que la llevamos a la playa, bueno, siempre que ha ido a la playa le pasa algo, pero esa primera vez fue muy extraño, tu papá iba a llevarla al agua y una ola muy grande se formó frente a ellos, Rebeca lloró al ver el agua tan alta y tu papá se puso de espaldas para que a ella no le llegara el agua con tanta fuerza, aunque yo creo que pensaba que los botaría.

Una Tarde EspecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora