Sueño Especial

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—¿Vamos? —me preguntó rato después, yo me decepcioné, era lindo estar en el agua sin ahogarme— No te estoy invitando a la superficie —aclaró.

Me tomó la mano y se hundió conmigo. Abajo era todo un mundo nuevo. Peces nadaban a nuestro lado como si  fuera algo natural, no me asustaban. Yo sabía que nuestra costa estaba llena de cuevas, pero no pensé que tanto, eran muchas por las que entrábamos y luego salíamos por otra, era divertido, parecían grandes laberintos submarinos, con hermosas plantas marinas de diferentes colores que yo ni sabía que existían. Era todo precioso.

—Tú eres preciosa — ¿siempre estaba pendiente de mis pensamientos?— Sí, casi todo el tiempo —confirmó.

Seguimos en silencio recorriendo las cavernas submarinas, nadando con peces y visitando lugares nuevos para mí.

Cuando una medusa se acercó a nosotros yo me asusté, sabía el efecto que esos bichos tienen en los humanos…

—No son bichos —replicó él un tanto molesto.

La medusa se detuvo justo frente a nosotros, yo me escondí detrás de Poseidón.

—Tranquila, no pasa nada, no te hará daño —me tranquilizó tomándome la mano protector y la medusa se fue por donde había llegado—. Debemos irnos.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Nada, sólo es hora de irnos —contestó lacónico, subiendo a toda prisa, llevándome de la mano.

Al llegar a la superficie del agua, me abrazó atrayéndome a su cuerpo, yo me abracé a su cuello y el vértigo que sentí me obligó a hundir mi cara en su pecho, sólo cuando sentí que mis pies estaban en el suelo, me solté de él.

—¿Qué pasó? —pregunté confundida.

—Nada de lo que debas preocuparte.

No dije palabra alguna, pero sabía, en mi interior, que no era así, algo malo estaba pasando  no me lo quería decir. Me imaginé mil cosas, pero él, esta vez, no contestó a mis pensamientos y en un largo silencio, caminamos hasta mi departamento, entre los automóviles que intentaban llegar a sus casas, después del show de la noche, lo que provocaba un gran taco y mucho caos.

—Ponte ropa de dormir, ¿quieres café?

—Sí, gracias —contesté por inercia.

Él se fue a la cocina y yo me fui a mi cuarto, me puse mi pijama y salí, él venía con dos tazas de café y unas galletas que no sé de dónde salieron. Nos sentamos en silencio sepulcral. Algo andaba mal, eso era seguro.

—No te preocupes —dijo rato después—, no es nada que no pueda solucionar.

—¿Seguro?

—Así es preciosa, sólo te pido que confíes en mí.

Volvimos a quedar en silencio.

—Vi a Fernando —comentó en tono de burla cuando terminamos nuestros cafés.

Yo me asombré y no sé con qué cara lo miré que él echó a reír de buena gana.

—¿Cuándo? —logré articular, había quedado embelesada, mirándolo cómo reía.

—Después que tu hermano lo echó, tuvimos una pequeña charla.

—¿Charla?

—Ajá. No creo que le gustara mucho saber que soy tu pretendiente y que estamos juntos.

Yo sonreí, claro que no debe haberle caído muy bien. Se levantó, me tomó la mano y me llevó a mi cuarto. Abrió la cama y me hizo acostar. Me miró allí, acostada y yo me avergoncé de su insistente mirada.

Una Tarde EspecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora