Despedida Especial

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El ambiente se tensó un momento. Quedamos todos en silencio, pero Bernardo me miró y sonrió, con su mirada de picardía tan típica de él.

―¿Y cómo vas con tu novela? Yo ya quiero leerla, para despellejarte con mis críticas.

―No lo dudo, así que estará vedada para ti ―contesté con un desprecio indiferente.

―La puedo comprar.

―Avisaré que no te la vendan.

―¡Mentirosa! ―Rió con ganas tirándome una miga de pan.

―¡Oye! ―Le tiré una miga de vuelta.

―Eso no se hace, irrespetuosa. ―Me devolvió el tiro golpeándome en la mejilla.

―Van a terminar enojados ―intervino mi papá.

―Él empezó ―reclamé.

―Yo no he hecho nada ―contestó Bernardo haciéndose el inocente.

―Él empezó, ¿cierto? ―Miré a Poseidón para pedir su ayuda.

―Sí, mi amor, él empezó ―respondió condescendiente.

―Ah, ¿te vas a poner del lado de él?

―Sabes que no. ―Me abrazó sonriendo.

―Más te vale ―reproché riendo.

Cerca de las seis, mi novio le pidió permiso a mi papá para salir conmigo, me traería de vuelta a las nueve, él tendría que viajar a las once. Yo me entristecí automáticamente. Ya no volvería en dos meses y no quería. Mi papá accedió al permiso, asegurándose que me trajera de vuelta, a lo que mi novio respondió que él no me dejaría sola de noche por ahí, que no se preocupara.

―Les agradezco su hospitalidad ―dijo a mis papás antes de salir.

―No tiene nada qué agradecer, joven ―respondió mi mamá―, esta es su casa.

―Muchas gracias, señora Adriana, es usted muy amable.

―Lo esperamos a su regreso, Julián ―dijo mi papá―, espero que no cambien sus sentimientos en este tiempo.

―Eso sería imposible, he esperado demasiado tiempo por una mujer como Rebeca, apenas pueda volver, vendré, espero que este viaje dure menos de lo esperado, estoy ansioso por quedarme con su hija lo antes posible, me cuesta mucho despedirme de ella.

Me abrazó por los hombros y salimos. Felipe y Teresa se iban también, debían preparar todo para el día siguiente de clases y trabajo. Bernardo y Loreto también se iban a esa hora, por lo que salimos los ocho. Los niños se despidieron de su “tío”, ya estaban encantados con él, aunque no entendían que él ya no volvería por un buen tiempo.

―Él es así, tiene que viajar ―le explicó Rocío―, yo lo conocí y no lo volví a ver hasta ayer, ahora lo conociste tú y ya no vendrá. Pero tu tiburón sonará en las mañanas y será como estar en el agua, yo me siento como una sirena.

―Pero yo soy hombre, yo voy a ser “sireno”.

―Tritón ―corrigió Poseidón― así se llaman los “sirenos”.

―Yo seré un tritón ―sonrió Benjamín―, y andaré por el agua y seré como el dios del mar, matándolos a todos.

―Un dios no anda matando así como así ―le aclaro Poseidón.

―Pero a los malos sí hay que matarlos ―replicó el niño.

―Sí, a los malos sí hay que matarlos.

Una Tarde EspecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora