Encuentro Especial

951 96 2
                                    

Pasó el tiempo. Un mes. Ya nunca más volvieron ni mi océano ni mi pez, ya no volvería y me estaba acostumbrando a la idea, aunque no dejaba de doler. Si él era feliz, eso bastaba para mí.

 Rocío estaba tranquila sabiendo que su madre no volvería a su vida, con los antecedentes que se entregaron y la negativa de Teresa de querer seguir en la vida de su hija, mi hermano obtuvo la tuición de la niña y el divorcio rápidamente; aún faltaban algunos papeleos, pero ya estaba el veredicto a favor de Felipe y de mi sobrina.

No era fácil seguir adelante, pero Rocío nos daba, cada día, un nuevo motivo para levantarnos y seguir luchando. Yo me fui a vivir con mi hermano, necesitaba estar cerca de él y él también me necesitaba. Mi sobrina era la luz que tanto precisábamos para ver el futuro más claro, además, así mis papás no se enteraban de todas las cosas que estaban pasando, aún no les decía que mi noviazgo se había terminado, no sabía cómo hacerlo, todavía no me atrevía a hacerlo.

Después de un par de meses, me fui al Mall, hacía mucho tiempo que no volvía allí, pero ya no tenía nada que temer, Poseidón no estaba conmigo y no había dado señales de vida, no me había vuelto a hablar, ni nada, por lo tanto, estar en el muelle no me haría daño, al contrario, necesitaba disfrutar del mar una vez más, recordar los bellos momentos, estaba triste, dolida y necesitaba llorar.

―Rebeca… ―La voz de Fernando me sobresaltó y me volví rápidamente a verlo.

―Fernando, ¿y tú?

―Nada, pasaba por aquí, quedé de encontrarme con mi novia en La Terraza, te vi y pasé a saludarte, hace mucho que no nos vemos.

―Así es, ¿cómo estás?

―Bien, bien, ¿y tú?, ¿estás trabajando?

―No, estoy en mi casa, ahora vivo con mi hermano ―le conté sin pensar.

―Ah, yo estoy trabajando para la competencia. ―Sonrió un poco tímido.

―¿Y cómo te va?

―Bien, soy supervisor de grupo, cuando quieras trabajar, me avisas, gustoso te recibo, siempre es bienvenida una gran vendedora como tú.

―Gracias, pero no por el momento.

Guardó silencio un rato sin dejar de mirarme.

―¿Por qué estás triste?

―¿Triste?

―Se te nota en los ojos, ¿tu novio te dejó? ―No contesté―. Ya no llevas su collar.

―Fernando…

―Está bien, no me meto en tu vida. ―Levantó sus manos en gesto de rendición y miró su celular―. Me voy, cuídate, ¿sí?

―Sí, gracias, tú también y espero que esta novia tuya te dure un poco más que las otras.

―Sí, la conocí cuando me cambié de trabajo y hasta ahora seguimos juntos, es la horma de mi zapato y espero tener una vida con ella.

―Wow, Fernando, eso sí es una sorpresa. ―Sonreí sinceramente.

―Sí, para mí también. ―Agachó la cabeza avergonzado―. Es especial, ¿sabes? Tiene un cierto parecido contigo…

―Fernando ―censuré.

―Creo que ella es la mujer que esperaba, la que le haría bien a mi vida, la confundí contigo.

Eso fue un golpe bajo, me sentí dolida, no porque me gustara mi ex compañero de trabajo, pero es que ¿acaso todos los hombres se confundían conmigo?

Una Tarde EspecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora