14. Un vestido y miles de problemas

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La voz de André me despierta al cabo de una hora

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La voz de André me despierta al cabo de una hora. Estiro mis brazos y suelto un largo bostezo. 

—Pequeña —murmura mi mejor amigo—. Acaban de llamarme de la agencia fotográfica. Quieren que vaya ahora mismo. Necesitan mi apoyo en una sesión.

Volteo a mirar por la ventanilla esperando ver la gran tienda de vestidos sin embargo no encuentro nada.

Pensé que habíamos llegado.

—Oh... Está bien. Si quieres déjame aquí, no hay problema —contesto aún adormilada—. Yo llego sola.

—En verdad lo siento —Rasca su melena denotando preocupación—, pero si no voy posiblemente tenga problemas. 

Lo miro a los ojos y contesto.

—No te preocupes André, entiendo —Toco su hombro y le regalo una pequeña sonrisa—. Espero que tengas éxito. Hago ademan de bajarme del coche pero no puedo. Le ha puesto seguro. 

—Sólo deja acercarte un poco más. Es un lugar peligroso —Mira al rededor preocupado.

—Tomo un taxi, sólo son cuarenta minutos —murmullo restándole importancia.

—Si quieres puedo acompañarte —dice una tercera voz.

Había olvidado que el amigo de André estaba en el coche. 

Frunzo el ceño. 

—No quiero que deshagan sus planes por mi culpa. No creo que sea correcto —le digo a Josh.

—Evan, mi jefe ya lo hizo, así que no te preocupes. Además me sentiría mejor si alguien te acompaña —agrega André.

Suspiro y asiento con la cabeza.

—De acuerdo —contesto con los ojos en blanco.

Desde siempre me ha gustado ser una mujer independiente y hacer las cosas sola pero a juzgar por la zona en la que estamos prefiero que alguien me acompañe. 

Es una de las zonas más solitarias de Nueva York y no pienso arriesgarme. No soy idiota.

Josh y yo bajamos del coche. Nos despedimos de André con la mano y nos disponemos a caminar sin hablar hasta una base de taxis. 

Contemplo de reojo al castaño. Tiene una sonrisa divertida en el rostro y su cabello está totalmente revuelto. 

Al cabo de unos minutos el silencio se vuelve haciendo más profundo. No es incomodo pero  me gustaría hablar con él, así que decido hacerlo. 

—Gracias por acompañarme. En verdad has salvado mi vida —hablo sincera. 

Él entorna sus ojos. 

—No hay ningún problema princesa—Sonríe sarcásticamente.

Pongo los ojos en blanco.

—Si me vuelves a decir así juro que te mato —digo en forma de broma. 

Cuando era tuya©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora