20. Cena de ensayo

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Una vez la soledad me acompaña

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Una vez la soledad me acompaña. Josh se ha ido hace una semana y sin él mis días son más grises que de costumbre. Al menos con su compañía podía soportar el dolor que me provoca el estar ha tan sólo un maldito día de la boda. Ni siquiera me di cuenta de cuando el tiempo avanzó tan rápido.

Si no hubiese sido por la inesperada visita de James y Camille, jamás me hubiera dado cuenta.

Hace cinco días que se aparecieron en mi departamento, mientras yo veía el juego de béisbol de los yankees. Cuando sonó mi timbre.

Al abrir me llevé una no tan grata sorpresa. Eran ellos, tomados de las manos con su gran sonrisa de enamorados.

Por un momento creí que luego del incidente en el estudio, Camille iba a romper inmediatamente el compromiso, pero no, no fue así.

No voy a negar que me llevé una gran decepción.

Creía que se quería y que por lo menos tendría un poco de dignidad pero me equivoqué.

—Hola —los saludé.

—Perdón por interrumpir, es sólo que James ha querido hablar contigo —contestó Camille, mientras vio a su prometido con una dulzura infinita.

A juzgar por la cara de James, supe que lo obligó a venir ella.

—Claro, pasen —Los invité a entrar pero por pura cortesía. No tenía la intención de salir más lastimado.

Dejé que entrarán para que pudiera cerrar la puerta. Se sentaron los dos juntos en el sofá más grande y yo me quedé de píe delante de ellos.

—Y bien ¿en que puedo ayudarlos? —pregunté, viendo a los ojos al asqueroso de James.

—He venido a pedirte perdón —pronunció con una mueca—. He sido un idiota al tratarte de ese modo. Nunca debí de haberte ofendido. En verdad, lo siento mucho.

¿En serio creyó que yo me iba a fiar de sus palabras?

Pues por lo que hizo a continuación pareció que sí.

—Sé que no volveremos a ser amigos, pero por lo menos hay que quedar en buenas condiciones por Camille —Señaló a mi pequeña—. Ambos la amamos y es justo que ella deje de sufrir por nuestra conducta tan infantil —continuó.

Me quede asombrado al ver que en sus ojos había una pizca de sinceridad pero se esfumo por completo luego de unos segundos.

Él se levantó y estiró su mano.

—¡Diablos! ¿es en serio? —le pregunté, mientras me revolví el pelo con la palma de mi mano.

—Por supuesto que es en serio. Nunca había hablado tan en serio como en este momento —soltó James.

Volteé a ver a la castaña que nos miraba con admiración.

Juro que si pudiera detendría el tiempo para que la cara que puso se quedará así por siempre.

Cuando era tuya©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora