41. Decir adiós nunca es sencillo

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Cuando acabo de hablar por teléfono me quedo concentrada viendo la pared que tengo en frente

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Cuando acabo de hablar por teléfono me quedo concentrada viendo la pared que tengo en frente. Ahora ya no hay marcha atrás. He decidido seguir con Josh, y no me he quedado a pensar en las consecuencias. 

Niego con la cabeza, tratando de esquivar mis pensamientos negativos pero no puedo. 

Siguen ahí, y sé que no se irán. Nunca.  

En verdad deseo irme con Josh, y que algo entre nosotros se pueda dar, pero mi miedo es cada vez más grande. No quiero salir herida de nuevo. Sé que él no es James, pero en verdad, tengo pavor de volver a sentir lo que Scott me provocó.  

Suelto un suspiro y me levanto de la cama para ir a hablar con Josh. 

Al tercer golpe que doy en la puerta, él decide abrirme. Tiene unos calzoncillos de Batman en la mano y una playera negra colgada en su hombro.  

—Oh, hola princesa —murmura, mientras avienta su ropa interior al suelo—. ¿Qué pasa?

Esbozo una sonrisa burlona.

—Nada, sólo quería hablar contigo pero creo que estás ocupado.

Niega con la cabeza y señala el interior de su habitación con la cabeza. 

—No, pasa. 

Me aventuro a entrar con un suave cosquilleo en mi estómago. 

Su habitación es igual de grande que la mía, salvo que sus paredes son de color azul cielo, y en ellas tiene colgadas no menos de cien fotografías, que imagino él ha tomado. 

—¿Te gustan? — me pregunta, con una sonrisa en su rostro—. Las tome en el puerto de Santa Monica. La mayoría son de las olas, las palmeras, o incluso de niños construyendo castillos de arena. 

—Ahora entiendo tu frase — musito, mientras me siento en su cama—. En las cosas más sencillas suele encontrarse lo más extraordinario.

—Exacto —Sonríe, orgulloso—. No sabes cuanto lamento haber dejado de tomar fotos.  En verdad extraño tomar mi cámara y disparar hacia el horizonte. 

—Te entiendo. Yo extraño el olor a pintura fresca y a lienzo nuevo —Suspiro—. Tú deberías de volver a hacerlo.  No hay nada, ni nadie que impida que vuelvas a tomar fotografías. 

Él hace una mueca. 

—No es tan sencillo, aunque quizá, si lo intento una vez más, esta vez lo logre —Se sienta a mi lado y toma mi mano—. Tal vez haya encontrado de nuevo mi fuente de inspiración.

Me tenso al escuchar su indirecta. Cuando estoy a punto de contestarle algo que acabe con el momento, recuerdo el motivo de estar aquí. 

Una vez más tomo aire y suelto lo siguiente: 

—Iré contigo a Los Ángeles —Lo miro a los ojos, los cuales me miran con sorpresa y con una emoción, que en verdad no sé descifrar. 

—¿Lo dices en serio? 

Cuando era tuya©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora