28. Adiós, Camille

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Justamente estoy terminando de hacer una sesión fotográfica que la agencia me ha dado

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Justamente estoy terminando de hacer una sesión fotográfica que la agencia me ha dado. Fue sencilla, pero algo cansada.  

—Gran trabajo —dice Adeline, con una gran sonrisa—. Eres un excelente fotógrafo.

—Gracias —le digo, mientras tomo una botella de agua y me la llevo a los labios. 

Hemos estado saliendo como amigos. Aún no he logrado olvidar a Camille y dudo que un día lo haga, pero eso no descarta que pueda conocer a más chicas.

Adeline es simplemente sensacional. Su forma de ver al mundo me cautiva, además de que posee una una personalidad que me resulta bastante refrescante en mi monótona vida.

—¿Vamos a cenar? —pregunto.

Ella sonríe. 

—Por supuesto.

Todo el camino al restaurante nos la pasamos platicando del día tan magnifico que hemos tenido. 

Ella bailando en un gran teatro y yo disparando con la cámara. 

Es la segunda chica que conozco, después de Camille que me ha provocado algo.

Admiración.

Su vida no ha sido nada sencilla. Quedó embarazada a los dieciséis, sin embargo el papá del niño se lo arrebató y no lo ha vuelto a ver desde hace más de tres años. Se la pasó  audicionando para trabajar en lo que ella más quería; la actuación.

Poco a poco fue ganando reconocimiento en algunos teatros locales hasta convertirse en una actriz prometedora. Ahora está como bailarina en una obra musical en un teatro cerca de la agencia, es por eso que ella va verme y viceversa. 

Los últimos seis meses hemos sido inseparables. 

Gracias a ella no he perdido los estribos para salir corriendo a buscar a Camille.

Detengo el coche  frente al restaurante italiano. 

—¿Pasta? —pregunto cuando un mesero de nuestra edad nos lleva la carta.

—Por favor—murmura. 

Él tipo pasa la mirada por el escote de su blusa y yo me remuevo  en la silla incomodo.  

 —Dos platos de pasta —Ahora retírate estúpido—, por favor. 

Él le sonríe y ella me sonríe a mí. 

—¿Has sabido algo de ella? 

Su pregunta me toma por sorpresa, así que lo único que hago es negar con la cabeza.

  —No, pero estoy seguro de que está bien —Tomo la servilleta y me la llevo a la boca—. Es demasiado fuerte y para estos momentos ya lo habrá superado.

Tal vez ya no lo recuerda. 

Sonrío ante esos pensamientos. 

—Por como la describes estoy segura que sí —dice segura. 

Cuando era tuya©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora