Capítulo 02

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Solo pensaba en dos cosas: tenía hambre y quería patear las bolas de Samuel. Me lo imaginé retorciéndose de dolor y eso me hizo sentir un poco mejor.

Mi trasero dolía por ir sentada todo el camino, un montón de horas en las que me la pasé escuchando las canciones de mi iPod y las quejas de una señora divorciada que odiaba a su marido. Estaba tan mareada que creí que iba a vomitar, odiaba viajar por esa simple razón, no importaba cuántos Dramamines tomara, siempre terminaba con el estómago revuelto. Al llegar sentí que el alma regresaba a mi cuerpo.

Lo vi antes de bajar del camión y sonreí porque llevaba un cartelito con mi nombre como si no me conociera.

Era el mismo, aunque más fornido y maduro, un incipiente rastro de barba empezaba a aparecer en su mandíbula cuadrada. Iba vestido de forma casual con una playera que curiosamente le quedaba bien, desde la fila para salir podía ver sus deliciosos músculos trabajados, sus brazos eran abultados, me pregunté si debajo de la ropa era igual, supuse que seguía haciendo ejercicio.

Él era una montaña dura, me mordí el labio al recordar lo mucho que lo había deseado cuando era una chiquilla. Samuel se sacudió el cabello como si estuviera nervioso, ese hombre en verdad era guapo. Podía pasar como un conquistador, pero era todo lo contrario, era inteligente y un tipo responsable que separaba su basura según las palabras de su madre.

Cuando al fin pude bajar no dudé en acercarme, miró hacia mí, pero no me reconoció. Tuve que tocar su hombro para llamar su atención, casi me atraganté cuando sus ojos acaramelados me enfocaron; mis poros se erizaron y mis pechos se hicieron pesados cuando él miró mi escote con descaro; peor aún cuando su lengua dejó un camino de saliva en su labio inferior al contemplar mi boca. Y mierda, quería besarlo. Jamás me había observado como si fuera un delicioso postre.

Me perdí un poco en su mirada y sentí cómo se me secaba la boca, al parecer no había superado mi atracción hacia el hombre, eso estaba muy mal pues iba a vivir con él por un tiempo y... tenía novia.

Me di cuenta de que no me reconocía, así que tuve que hablar y fue todo. El hechizo de lujuria se rompió y dio un paso atrás como si le hubieran dado una palmada en la mejilla.

Ahí estaba yo, abandonada por el jodido bipolar.

Bufé con indignación, ¿en serio se iba a comportar como un niño haciendo berrinches? Tenía más de treinta y se comportaba como un adolescente de quince años. Vi su espalda ancha y cómo se alejaba entre el gentío, dejándome en ese lugar desconocido.

¡Genial!

Bien, solo tenía que encontrar la salida y buscar un carro de sitio para que me llevara a su dirección, la cual la llevaba en un mensaje de texto de parte de la señora Hilda, quien estaba extrañamente emocionada de que fuera al Distrito Federal.

Cayendo por Rebecca © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora