* * *
El treinta y uno por la mañana, nos deshicimos de la ropa y tomamos un baño juntos en la bañera. Él entró primero a la tina después de llenarla de agua, me mordí el labio inferior, observándolo desde una esquina con nada más que su camisa cubriendo mi cuerpo, Sam era enorme, lucía como un gigante en un lugar pequeño. Y era sexy el muy cabrón.
Cuando alzó la ceja me saqué su ropa y, desnuda, dejando que sus ojos vagaran por mis curvas, caminé hacia la bañera. El agua estaba tibia, perfecta, acogedora. Sus manos se colocaron en mis muslos para ayudarme a no perder el equilibrio, él tenía una vista a todo color de mi trasero, me retrasé lo más que pude para que gozara el paisaje, me encantaba que su mirada hambrienta me comiera.
Me senté sobre sus muslos, con la espalda pegada a su pecho, sus brazos se cerraron alrededor de mi cintura. Me relajé, sintiendo los besitos que impartía en mi nuca y sus dedos haciendo travesuras en mi vientre.
—Me vuelve loco lo desinhibida que eres, nada te da pena, vives el momento al máximo y entregas todo de ti —dijo. Mis comisuras se alzaron con lentitud, cerré los párpados y apoyé la cabeza en su hombro, me sentía muy feliz.
—Creo que en el pasado esas características eran las que no te agradaban —susurré, acariciando su brazo alrededor de mí. Había tenido muchas ganas de ir a la Reserva, pero ese momento era perfecto, lo prefería mil veces que cualquier otra cosa.
—¿Puedes creerlo? No sé en qué estaba pensando —susurró—. Gitana, nunca había sentido esto por nadie, no puedo sacarte de mi mente y no puedo estar cerca de ti sin tocarte.
—Y a mí me vuelve loca ver cómo dejas tu seriedad al acariciarme, te transformas, me muestras una faceta tuya que nadie más conoce. Todos ven al serio y recto Sam, al educado, yo veo al apasionado y seductor también.
—Cuando volvamos al departamento quiero que lleves tus tampones al baño.
Solté una risotada.
—¿Solo los tampones? —pregunté, juguetona.
—Todo, también quiero que cuando lleguemos lleves tu almohada a mi habitación.
Sentí huracanes en mi estómago, implícitamente me estaba pidiendo que durmiera con él. Me tragué la emoción pues me sentía como una puberta esperando a su cita afuera de los cines. Giré la cabeza y la incliné hacia atrás para que me diera un beso, fue tierno, suave, húmedo, lleno de sentimientos que volvieron a doblegarme.
Después de la ducha fuimos al centro comercial a comprar lo que cenaríamos, como todo lo hicimos a última hora, no teníamos muchas opciones, compramos comida china, botellas de sidra y un pastel de manzana con canela. No íbamos a tener una gran celebración, pero sí lo necesario para pasarla bien.
Cuando regresamos al cuarto del hotel me pegó a la pared y me desnudó, Sam era insaciable, pasamos toda la tarde en la recámara después de haber tenido un orgasmo maravilloso.
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Cayendo por Rebecca © ✔️
RomanceSamuel es un hombre tranquilo, es maestro en una de las universidades más prestigiosas de México, tiene una novia hermosa con la que planea casarse y no pide nada más que ser feliz. Todo se va a la deriva cuando su madre lo obliga a cuidar a la desv...