Capítulo 19

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Ella se detuvo en el borde de la cama y me observó con una sonrisa en los labios, tan rojos y regordetes que se me antojaron. Parecía una hechicera haciéndome un embrujo, hipnotizándome. Hice el amago de levantarme, pero Rebecca se puso de rodillas en el colchón y empezó a acercarse gateando con lentitud. Solo llevaba uno de esos diminutos shorts que acostumbraba usar, una blusa de tirantes pegada que me dejaba ver sus pezones erectos empujando la tela, la simple visión de eso ya estaba haciendo que la respiración se me agitara.

Se arrastró sobre mi cuerpo, colocando sus muslos a mis costados y apoyó sus pechos en el mío, su nariz acarició la mía.

—Te necesito, Sam. —Abrí la boca para poder respirar—. Quiero que me hagas el amor.

Y yo quería hacérselo con muchas fuerzas, que me hiciera el amor, que me tocara y me dejara tocarla. Coloqué mis palmas en sus muslos, quise acariciarla, darme la vuelta para dejarla debajo de mí y morderle el cuello, sin embargo, un olor dulzón me detuvo. La imagen empezó a distorsionarse, intenté traerla a mí de nuevo, creyendo que la vista me estaba fallando.

Pronto abrí los párpados y me encontré con el techo de mi departamento, suspiré al tiempo que giraba la cabeza para ver la hora en el reloj, ya era de día y no había rastros de Becca a mi alrededor... Había sido un sueño.

—Solo eso te faltaba, que me atormentaras en mis sueños también —dije a la nada, lancé un suspiro, era increíble el efecto que esa mujer causaba en mi sistema. Tallé mis ojos y me levanté, deslicé mis pies en mis pantuflas antes de levantarme de la cama. Mi estómago comenzó a gruñir inmediatamente, como si supiera lo que le esperaba—. Eso, sigue traicionándome.

Dando pasos cortos me acerqué a la cocina, el olor a panqueques se hizo más intenso cuando me recargué en el umbral. La boca se me hizo agua, y no supe si era por el desayuno o porque ella se veía preciosa, tenía el cabello arreglado, una blusa blanca pegada que me dejaba ver una franja de su piel, y una linda faldita de mezclilla; imaginé que internaba mi mano entre sus muslos y la corría hacia arriba.

—¿Tú nunca sales de la cocina? —pregunté sonriendo de lado. Becca me miró por encima de su hombro y guiñó con picardía. Me relamí los labios, ella sabía a la perfección lo que me ocasionaban sus actos traviesos, pude verlo en el brillo de diversión que se encendió en sus ojos.

—Me descubriste. —Volvió a concentrarse en lo que estaba haciendo, permanecí en el mismo sitio contemplando cómo se desenvolvía en su hábitat favorito, podía mover el sartén, picar fruta, sacar los platos y verse linda; todo al mismo tiempo, sin equivocarse, era como un remolino—. Deja de mirarme o arruinaré el desayuno.

¿Eso significaba que la estaba poniendo nerviosa? Por alguna razón me agradó mucho la idea, saber que yo no era el único que se sentía atraído, que también le afectaba mi presencia.

Cayendo por Rebecca © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora