* * *
Tan pronto salió despavorido de la cocina me pregunté si había ido demasiado lejos al provocarlo de esa forma, seguramente el hombre sufría un tremendo dolor de bolas justo en ese momento, pero él tenía la culpa porque disfrutaba cuando me enojaba. No pude evitarlo, me miraba con los ojos ardiendo, repasando mi cuerpo una y otra vez sin pudor; lo noté, me percaté de cómo me observaba y todas mis terminaciones latieron, el deseo de tenerlo creció más.
Cuando lo tuve tan cerca estuve a nada de mandar todo al carajo y sentarme en su regazo después de tomar sus labios.
Nunca fui una chica tímida, si me gustaba algo iba hacía todo por conseguirlo, no había drama ni indecisiones; pero debía recordar que Samuel tenía pareja y era el hombre más antipático que conocía. Lo hice sin pensar, ahora esperaba que no le fuera con el chisme a mi madre porque armaría un gran problema, tampoco quería que me corriera y me obligaran a volver.
Azotó la puerta de la entrada, por lo que me desinflé, me recargué en la encimera y miré mi reloj de la pared. Eran casi las once de la mañana, se me había ido el apetito, así como las ganas de seguir acomodando la alacena que era un chiquero.
Terminé de guardar los productos que había llevado conmigo, puse las etiquetas de un mismo color juntas y ordené todo por tamaños, me gustaba que mi cocina estuviera ordenada y pudiera encontrar las cosas con facilidad, lo que menos quería era distraerme buscando los ingredientes.
Junté la comida echada a perder en una bolsa negra y la dejé a lado del bote de basura, hice una nota mental para sacarla más tarde pues no sabía siquiera si el portero se encargaba de dejarla en la acera o teníamos que hacerlo nosotros.
Fui a la recámara que estaba ocupando, era pequeña, había una cama individual cubierta por sábanas blancas, un tocador y un armario. Me alegraba de haber llevado mis cojines con estampados coloridos porque si algo detestaba, además de tener que preparar comida oriental, era estar en un lugar pulcramente aburrido; y todo lo relacionado con Sam era así.
Antes de que pudiera dormir la noche anterior, había sacado mi ropa, zapatos y todas las cosas que se me había ocurrido llevar. Me asomé en el clóset, en uno de los estantes estaba mi champú, un acondicionador y otras cosas de uso personal.
Decidí darme una ducha, tuve cuidado de no dejar mis cabellos en la coladera pues no quería aumentar la furia satánica de Samuel.
Veinte minutos después salí fresca y oliendo a coco. Me puse ropa cómoda: unos shorts de mezclilla roídos y una blusa de tirantes negra con estampado de Guns N' Roses holgada. Se me resbalaba del hombro y dejaba al descubierto unos cuantos tatuajes. Me hice un moño alto y salí a la sala de estar.
Me dejé caer en el sofá sin saber qué hacer conmigo misma, definitivamente tenía que ir pronto a merodear por ahí; al día siguiente debía presentarme en el colegio de gastronomía para firmar los papeles de mi diplomado. Ya había pagado y entregado mi papelería gracias a todos los cielos.
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Cayendo por Rebecca © ✔️
RomanceSamuel es un hombre tranquilo, es maestro en una de las universidades más prestigiosas de México, tiene una novia hermosa con la que planea casarse y no pide nada más que ser feliz. Todo se va a la deriva cuando su madre lo obliga a cuidar a la desv...