* * *
Íbamos en un cómodo silencio camino a Ciudad Victoria, Rebecca iba a mi lado sumergida en sus pensamientos, no pude evitar recordar los días anteriores. Había sido un infierno encontrar un vuelo disponible en esas épocas, ninguno de los dos había tenido la intención de festejar la Navidad en casa de nuestros padres hasta que Hilda y Fede se pusieron al teléfono y nos sentenciaron, tuvimos que aceptar y rogar para que encontráramos dos boletos en el mismo vuelo, no queríamos encender la furia de nuestras madres.
Sabía que mamá estaba usando a Becca para que fuera a casa, hacía tiempo que no iba, la estratagema le resultó pues no quería separarme de ella ni un segundo. Debía tener cuidado, mamá tenía un instinto de casamentera que no quería que aplicara en mí, Rebecca y yo lo estábamos manejando a la perfección, no me daban ganas de tener narices a nuestro alrededor, menos cuando no habíamos tocado el tema, ninguno había mostrado sus intenciones y me daba pavor preguntarle, pues así como a veces la sentía muy cerca, había otras que se alejaba.
Ella había tenido que pedir permiso en su empleo porque esas fechas eran cuando más clientela tenían en el restaurante, presentía que su jefe sentía algo por Becca, yo había estado presente mientras lo tenía en el teléfono, debo decir que su tono comprensivo hizo que me irritara. En realidad, no era la actitud del sujeto, era lo que decía y cómo lo decía lo que me ocasionó una oleada de celos que me sorprendió. La vi sonreír en el teléfono, la vi morder su labio inferior, eran gestos inocentes que me hacían vibrar, no quería que fueran para otro tipo.
Ya habían pasado unos cuantos meses desde el día que habíamos conversado desnudos en mi sillón, se me calentaba el cuerpo cada vez que lo recordaba, era una buena sensación. Había sido perfecto, había sido refrescante que pudiera hablar con ella sin aburrirme, que pudiera seguirme una plática, que me enseñara cosas que no sabía, que fuera algo real.
Había algo verdadero entre los dos, una conexión que no podía ver, pero podía sentir vibrando cuando estábamos solos, mirándonos en silencio.
La mañana del lunes de esa misma semana, salí del departamento y me monté en mi automóvil, Becca salió minutos después, así que toqué la bocina. Se montó en el vehículo no sin antes hacer una discusión ya que no quería que me atrasara. A partir de ese día nos sumergimos en una rutina: yo la llevaba al instituto y la recogía por la noche en el restaurante. No habíamos tenido un montón de sexo, pero sí muchos besos, flirteos y caricias.
Yo todavía no terminaba de comprender por qué sentía la necesidad de estirar mi brazo para tomar su mano, o pasarlo por detrás de sus hombros para acercarla a mi costado, o elevar su barbilla para depositar un beso en sus labios.
Montados en un avión que aún no cerraba sus puertas, empecé a ponerme nervioso por lo que significaba ir a mi ciudad natal con esa chica. ¿Cómo íbamos a actuar delante de nuestros padres si apenas podía mantenerme lejos, si era notorio que no la percibía como antes? ¿Qué íbamos a decirles? Dudaba que a su padre le agradara saber que había intimado con su hija, muy posiblemente nuestras madres gritarían de la emoción, papá se decepcionaría y mis hermanas se pondrían a interrogarla como si fuera una sospechosa. ¿Y si arruinábamos su amistad? Esas y mil preguntas más rondaban mi mente.
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Cayendo por Rebecca © ✔️
RomanceSamuel es un hombre tranquilo, es maestro en una de las universidades más prestigiosas de México, tiene una novia hermosa con la que planea casarse y no pide nada más que ser feliz. Todo se va a la deriva cuando su madre lo obliga a cuidar a la desv...