Capítulo 04

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La mañana siguiente desperté de golpe porque había un alboroto, el escándalo era tal que creí que alguien se había metido al departamento. Escuché ruidos y me asusté, me precipité en la sala, pero no había nada. Con lentitud llegué a la cocina, preparándome para encontrar una escena escalofriante o un tipo con un arma; una vez ahí, resoplé.

¿Qué mierdas ocurría con ella? ¿Por qué se levantaba antes de las diez un fin de semana? No era normal.

—Esta es una jodida pesadilla —musité entre dientes al tiempo que contemplaba a Rebecca sumergida en mi alacena. Había una pila de latas de productos que ni siquiera sabía que tenía en el suelo, mi cocina era un desastre.

Estaba trepada en una silla dándome una buena visión de sus caderas en pequeños shorts negros con estrellitas amarillas. Estancado vislumbré sus pantorrillas duras que se contraían cuando se estiraba, y los mejores muslos que había visto en mi vida; sus piernas eran largas, la clase que quieres a tu alrededor mientras la follas.

—¿Sabías que tienes alimentos que han caducado? Encontré una lata de verduras de hace dos años, una lata de anchoas que venció hace tres, ni siquiera sé qué demonios comes pues no hay nada que pues ingerirse sin causarte problemas estomacales, podrías haberte intoxicado —dijo sin comprobarme, ¿tenía ojos en la espalda?

No podía creer que se hubiera atrevido a indagar en mi alacena, la verdad es que me avergoncé un poco. Hacía muchísimo tiempo que no limpiaba, y otro tanto que no iba a surtirme de comida al supermercado. Se acababa el cereal, iba por cereal; se acababan el pan y la mayonesa, iba por eso. Siempre salía a comer con Jess a restaurantes ya que no le gustaba quedarse en el departamento después de arreglarse por horas el cabello; siempre estuve bien con eso pues los dos éramos un desastre cocinando.

Me adentré y fui a sentarme en un lugar del comedor, mi vista cayó en una bolsa plástica, husmeé en el interior y fruncí el ceño.

—¿Qué mierdas es esto? —pregunté y le di una mirada, la bolsilla estaba llena de comida que yo no había comprado.

Detuvo sus movimientos y me miró por encima de su hombro. Su espina dorsal estaba curveada y hacía que su trasero sobresaliera más, ella era tremendamente sexy. No llevaba ni una capa de maquillaje, sus pecas eran adorables.

—¿Tal vez es comida? —emitió con una mueca de diversión.

—¿De verdad? Creí que eran gusanos. —Arrugó su respingada nariz y volvió a sumergirse en la alacena, me estaba divirtiendo un poco con el intercambio sin insultos y caras largas—. ¿Saliste a comprar comida?

Nop, la traje en la maleta.

—¿Trajiste comida en una maleta? —cuestioné totalmente perdido, por eso estaba tan pesada.

Cayendo por Rebecca © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora