Capítulo 11

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Rebecca en vestido negro y botas era lo mejor que había visto en mi puñetera vida, ese cierre coqueto medio abierto era una trampa mortal. Quería a esa mujer como un demente, ansiaba que mis dedos recorrieran su piel desnuda, me la imaginaba alrededor de todas las formas posibles. Haberla visto más temprano en una diminuta toalla no me ayudaba en absoluto a frenar el deseo que me provocaba, regresé al sofá recordando su cabello mojado pegándose a su cuello, las pequitas en sus mejillas que se veían cuando no se maquillaba.

Me tallé el rostro con tanta frustración que Arturo lanzó una risotada.

—Solo cógela y sácala de tu sistema. —Solté un resoplido.

—No es tan fácil con Becca, la conozco desde que era una cría, mi mamá y la de ella son comadres, su familia y la mía son inseparables. No puedo solo cogerla e ignorarla al día siguiente, no si quiero conservar mis bolas —dije. En dado caso de que todo se saliera de control y mi madre se enterara de que tuve sexo ocasional con su amada Rebecca, ella me cortaría los testículos.

—Entonces cógela un montón de veces, si no lo haces iré yo porque en serio está guapísima. —Él hizo esa cosa que hacía con sus ojos cuando le gustaba una chica, fruncí el ceño.

—¿Siempre tienes que ser tan desagradable? —pregunté, malhumorado.

—¿De verdad te vas a detener por lo que podría hacer tu madre, Samuel? Habla con Rebecca, dile lo que piensas, luego ten un montón de verdadero sexo caliente que buena falta te hace. —A Arturo nunca le agradó Jess, no es que supiera acerca de mi vida sexual porque no le contaba esas cosas a la gente, pero decía que era demasiado recta y formal. En realidad, no le caía bien porque a Jessica no le agradaba que fuéramos amigos y saliéramos a los bares, por lo que tuve que dejar esa vida en la que amaba salir a tomar tragos con él.

—¿Podrías parar de hablar de Rebecca y sexo? No me agrada que imagines cosas con ella de protagonista, en serio para. —No me agradaba que pensara en ella de esa forma, no me agradaba que pensara en ella, punto. Escuché su risotada.

—Te tiene tan mal. —Lo hacía, estaba empezando a sofocarme el deseo que me provocaba, nunca había sentido ganas de estampar a alguien y solo tomarla sin importar dónde estuviéramos. Todo en ella me parecía sensual, todo lo que hacía, lo que decía, cómo se movía; no podía controlarme. Necesitaba a Rebecca Huerta con tanta desesperación. Me puse de pie, para luego encaminarme a la mesa de la entrada, donde reposaban las llaves de mi automóvil—. Vámonos.

Arturo se levantó como un resorte, él amaba ir a pescar chicas en los clubes, era un ligón de primera, por lo que no tuve que rogar demasiado; si no lo hubiera pedido, él me habría arrastrado de todas maneras.

Mientras manejaba agradecía mentalmente lo que había pasado con Jess porque no iba a poder soportar mucho más, tarde o temprano terminaría explotando; lo sucedido me facilitaba un montón todo. El licenciado Caño no se lo tomaría mal si había sido su hija la causante del alboroto, ¿verdad?

Cayendo por Rebecca © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora