* * *
Sam olía delicioso, a una mezcla de loción varonil y vino. Sus manos me aferraron y su boca me consumió con desenfreno. Se estaba portando como todo un caballero, respetuoso y tranquilo; me besó apasionadamente, pero no intentó cruzar la línea de lo decente. La oscuridad del bar nos escondía, la música estridente no impidió que escuchara los gruñidos que ahogaba en mi boca. Sabía dulce, tierno, desesperado y caliente; todo al mismo tiempo.
No perdió el control cuando lo empujé siendo temeraria para que enloqueciera, ni siquiera cuando acaricié con mi lengua la suya, guardó la compostura al recibir mi mordisco en su labio; esa actitud solo aumentó mi necesidad por corromperlo.
Quería que dejara de pensar, que se perdiera en las sensaciones que creábamos, deseaba que dejara de ser el Sam tranquilo y se dejara llevar por la marea; necesitaba recuperar al chico soñador, apasionado y seductor que había visto de lejos una vez, debía estar escondido en alguna parte, ¿no?
Acaricié su pecho duro, me moría de ganas de arrancarle la ropa para recorrer su piel, besar su torso; no podía parar de sentirlo por encima de la tela, al parecer le gustó que lo tocara pues su agarre se hizo más firme, sus dedos en mi cintura se flexionaron y me acercaron, aunque no había espacios por cerrar entre los dos. Sonreí cuando encontré un bulto en el bolsillo delantero de su camisa, eran las llaves de su coche. No se percató de nada, estaba tan perdido que no se dio cuenta de que estaba sacando el artefacto.
Me eché hacia atrás después de conseguir mi meta, los labios los sentía calientes, al igual que mi cuerpo que se moría por estar con él a solas. Miré sus pupilas dilatadas de cerca, eran un paisaje cautivador que me dejó enmudecida por un instante, mis pensamientos se borraron al mirar cuánto deseaba lo que estaba sucediendo, tanto o más que yo.
Una de mis comisuras se alzó, esbocé una sonrisa llena de picardía y elevé las llaves a la altura de su rostro para que pudiera verlas. Pestañeó un par de veces antes de captar qué era eso que balanceaba en frente de su nariz.
—¿Vas a robar mi coche? —preguntó, alzando una ceja, con cierto tono de diversión. Su voz enronquecida me causó un escalofrío violento que no pude ocultar. Samuel se dio cuenta, aprovechó el desliz para hundir su cabeza en mi cuello y besar la base de mi oreja. No era tan sensible en esa zona, pero vi estrellas cuando sus labios corrieron hacia atrás, se percató de cómo mis poros se levantaron en segundos; yo me sorprendí de que hubiera encontrado mi punto débil tan rápido—. ¿Qué tenemos aquí?
Como si fuera un vampiro abarcó el costado de mi cuello, apreté mi labio inferior con mis dientes para reprimir el gemido que quería salir al sentir su lengua toqueteando mi piel. Teníamos que salir de ahí o simplemente me montaría en su regazo.
—Vámonos —susurré, alejándome.
No me detuve a respirar para recuperar el aliento, me puse de pie tan rápido que perdí el equilibrio, Sam soltó una risita, me sostuvo abrazándome por detrás. Caminamos hacia la salida de la discoteca dando pasitos cortos, pues él se negaba a dejarme ir. Sus manos vagaban discretamente por mi torso y aferraban mis caderas cuando teníamos que bajar los escalones.
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Cayendo por Rebecca © ✔️
RomanceSamuel es un hombre tranquilo, es maestro en una de las universidades más prestigiosas de México, tiene una novia hermosa con la que planea casarse y no pide nada más que ser feliz. Todo se va a la deriva cuando su madre lo obliga a cuidar a la desv...