* * *
Me dolía la boca de tanto tensarla, varias veces intenté relajarme, pero mis ojos volaban a verla casi involuntariamente y volvía a enfurecerme. Me sentía como una bomba a punto de estallar, estaba sacando lo peor de mí, ni siquiera sé por qué dije lo que dije, fue muy grosero.
Rechiné los dientes cuando la imagen de ella reclinada sobre mi auto se me vino a la cabeza, nunca iba a olvidar eso, no había podido dejar de mirarla por el espejo retrovisor. Sus piernas largas escondidas en ese pantalón apretado me hipnotizaron, hubiera dado lo que fuera por verlas desnudas, al igual que esa cintura parecida a una guitarra.
Al agacharse se levantó un poco su camiseta, la mera visión de su piel pálida hizo que un bulto comenzara a crecer en mi entrepierna. Imágenes de su culo redondeado al aire y esas caderas anchas me enfurecieron, me pusieron rabioso.
Me estaba empalmando por Rebecca Huerta, ¡por Dios! Me hizo enojar esa visión, y no porque no disfrutara mirándola, me hizo enfadar porque era ella.
Definitivamente ya no era la niña que conocí y que parecía una vampira lunática, era una mujer bien formada con curvas en los lugares adecuados, curvas de muerte para ser exactos. Tal vez hubiera sido mejor que ella siguiera pareciendo una dama de la noche.
¿Cómo iba a convivir con ella? Alejándome, esa era la única alternativa.
En completo silencio llegamos al edificio departamental, iba a poner las cartas sobre la mesa antes de que se instalara y se pusiera cómoda, tenía que recordar quién era y dejar de pensar en las partes carnosas de su cuerpo.
—Muévete —murmuré en un gruñido al bajar del coche y abrir la cajuela, ella estaba a punto de sacar su equipaje, por algún motivo sentía que debía disculparme, así que decidí que subir sus cosas era suficiente para redimir lo que mis palabras pudieron haber causado, pero no se movió.
—Olvídalo, no queremos que tus finas manos se estropeen —dijo burlona, tenía esta mirada brillante que dejaba ver lo mucho que se estaba divirtiendo. Quería decirle que se callara, que dejara de decir cosas así porque la hacían ver como una gatita traviesa. Apreté mis puños hasta que creí que iban a tronarse y la observé esforzándose para sacar sus cosas—. Mierda.
La maleta se desestabilizó de su agarre y golpeó su pierna. La colocó en el piso ocultando la mueca de dolor, ¡era terca! ¡Lo había olvidado!
Ella se inclinó para obtener otra, y la visión de su trasero frente a mí fue demasiado, yo era un hombre después de todo, uno que amaba tocar y ella me estaba tentando. Inconscientemente me acerqué hasta que estuve a su lado, mi pierna rozó la suya y sentí cómo las venas se me calentaron. Me incliné cerca con la intención de que nuestros brazos se tocaran, se puso tensa, pero también sentí que sus vellos se erizaban.
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Cayendo por Rebecca © ✔️
RomanceSamuel es un hombre tranquilo, es maestro en una de las universidades más prestigiosas de México, tiene una novia hermosa con la que planea casarse y no pide nada más que ser feliz. Todo se va a la deriva cuando su madre lo obliga a cuidar a la desv...