Capítulo 22

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Quedarme en casa y esperarla no me estaba gustando, en mi cabeza iban y venían un montón de ideas revueltas. Estaba sentado en la sala con mi familia y la familia Huerta, no podía dejar de mover con ansiedad la cerveza que me había dado papá hacía un par de horas, no la había tocado y ya estaba un tanto caliente. Lo que más me preocupaba era que sabía muy poco de ella, ¿tenía muchos amigos? ¿Pretendientes? ¿Y si ir le traía recuerdos? Ni siquiera había podido pedirle que se quedara. ¿Tardaría demasiado?

—Tierra llamando a Samuel. —Escuché la voz cantarina de Esme, así que la enfoqué con la ceja alzada, tenía puesto el mismo gesto en la cara, éramos tan parecidos—. ¿Por qué no nos dijiste que ya no estabas con Jessica?

—La perra de Jessica —corrigió Chío, quien se ganó una mirada reprobatoria por parte de mi madre, sabía que mamá también la llamaba de ese modo.

Esas palabras hicieron que la señora Fede detuviera la conversación apasionada que estaba teniendo con una de las primas solteras de Rebecca, la cual no me quitaba los ojos de encima desde que había entrado a la casa de mis padres, francamente su insistencia empezaba a ponerme nervioso, me daban ganas de exigirle que dejara de relamerse los labios porque era vulgar.

—Me puso los cuernos —dije con simpleza. Un coro de exclamaciones femeninas se escuchó, mis hermanas lanzaron gritos de indignación y mi madre se puso de pie abanicándose, a pesar de que no hacía calor, la señora Fede la siguió, las dos eran tan unidas que parecían siamesas.

—¡Siempre supe que era una perra! —Mordí el interior de mi mejilla para no carcajearme, era gracioso cuando mamá maldecía porque su timbre se volvía aflautado—. ¿Cómo se atrevió esa fulana a ponerte los cuernos? ¡A ti! ¿Pero qué se ha creído? Le voy a cantar sus verdades a esa putona, ya verás.

Mis párpados se abrieron, mi hermano se carcajeó y mi padre refunfuñó.

—Hilda, deja que Samuel arregle sus problemas solo, ya está grande —dijo mi padre desde su asiento.

—Siempre va a ser mi bebé. —La risotada de Julio se volvió más ruidosa, las primas de Rebecca lo vieron con mala cara.

—Por eso Julio se comporta como uno, no los dejas crecer. —Fue mi turno de reír, sobre todo por la cara que puso mi hermano.

Se escuchó escándalo en la entrada, por lo que todos guardamos silencio y vimos entrar a una castaña enfundada en chaqueta de cuero y botas. Lo intenté con fuerza, pero no pude evitarlo, terminé barriendo sus piernas envueltas en las mismas mallas apretadas que había usado en el avión y que me daban unas ganas terribles de sentir su piel cálida. Dios, ella era tan hermosa, tuve que darle un trago a la cerveza para no comérmela a besos frente a todos.

Sonrió cuando nos vio reunidos y dejó su bolso en una mesita.

—Solo a ti se te ocurre irte cuando acabas de llegar —se quejó Fede con los brazos cruzados. Becca caminó hasta ella y la abrazó. Madre e hija permanecieron así durante un buen rato, en el cual mis padres comenzaron a hablar sobre un nuevo restaurante al que querían ir, la prima de Rebecca no paró de observarme, yo hacía un gran esfuerzo por mantenerme sereno, sentía que mis nervios explotarían.

Cayendo por Rebecca © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora