Capítulo 01

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—¿Es una broma? —Dejé la taza de café en el borde de la encimera y me quedé mirando a la nada. Mi madre, Hilda Campos, estaba haciendo uno de sus tantos platillos, podía saberlo porque escuchaba los movimientos de los recipientes de acero y los cubiertos.

Por enésima vez acomodé el teléfono en mi oído, esperaba que la posición me diera más audición y la petición que acababa de escuchar fuera cosa mía.

Ella bufó, la imaginaba haciendo una mueca con los labios y arrugando la frente. Cuando éramos chicos, mis hermanos y yo solíamos correr por las escaleras, mamá salía de la cocina y nos regañaba justamente con ese gesto.

—Ya te dije, Sam, no es broma y no quiero escuchar nada más. Fede está muy preocupada por su hija, nunca ha salido de la ciudad por más tiempo del necesario, solo van a ser unos meses mientras hace su diplomado, ¿es tan difícil aceptar? —Estaba usando ese tono que terminaba doblegándome.

Desabroché el primer botón de mi camisa y aflojé el cuello. Vaya lío en el que estaba metido, ¿cómo iba a salirme de ese embrollo? Era una locura, definitivamente no quería a la chica en mi departamento.

—Tiene veintidós años, puede cuidarse sola —refuté. Mi madre suspiró con pesadez como si estuviera decepcionada. Oh, ahora iba a chantajearme emocionalmente, ya conocía sus estrategias. A pesar de lo molesto que estaba, amaba a mamá, así que busqué rápidamente una solución en mi cabeza antes de que dijera que nunca hacía nada por ella—. ¿Y si le digo a Jessica que le de alojo en su casa? Seguro se sentirá más cómoda allá.

—¿Con tu novia la estirada? ¿Me estás tomando el pelo, Samuel? —Giré los ojos, exasperado. Mamá no era celosa ni por asomo, pero detestaba a Jessica por sobre todas las cosas desde que se había presentado en la fiesta de Navidad con un mini vestido que solo le cubría el trasero; mis primos tuvieron mucho que mirar esa noche—. ¿Crees que Becca se va a sentir cómoda con esa fulana? No entiendo por qué detestas a la hija de Fede si nada te ha hecho.

—No detesto a Rebecca, ¿cuántas veces te lo he dicho? Solo me molesta su actitud malcriada y rebelde, luce como una gótica inestable llena de tatuajes y perforaciones. Si mal no recuerdo se reunía con un montón de chicos extraños que se juntaban a fumar marihuana atrás de la escuela, no quiero eso en mi casa.

—¡Por Dios! ¡Eso fue a los quince! ¿En serio vas a juzgarla por su comportamiento en la adolescencia? ¿A caso yo te juzgo por la vez que te emborrachaste en el colegio de monjas? ¿O por la vez que te encontré con aquella putilla en tu habitación? —Me tallé el rostro con frustración, me iba a hacer viejo antes de tiempo si seguía discutiendo.

El problema era que yo la recordaba a la perfección, la adolescencia de la chica fue escandalosa. Adoptó ese look vampírico y sombrío, se tatuó, se puso un montón de aretes y se pintó algunos mechones del cabello de color celeste. En más de una ocasión supe, porque Fede le contaba a mamá, que había llegado borracha a altas horas de la madrugada u oliendo a cigarrillos. Esos hábitos no se eliminaban de la noche a la mañana, ¿o sí?

Cayendo por Rebecca © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora