Capítulo 33

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SILENCIOS Y GRITOS

* * *

Tan pronto abrí la puerta, las penumbras del interior me absorbieron, no se escuchaba nada más que mi respiración agitada por subir las escaleras corriendo. Mis peores pesadillas se hicieron realidad en un instante, todo el camino a casa me la pasé pensando en eso, en que la Becca que yo conocía me habría mandado a la mierda sin pensarlo, no había contestado mi mensaje ni había llamado. Sentía el pánico en mi garganta porque me aterraba la idea de que hiciera sus maletas y me abandonara, después de todo, ya nada la detenía.

Ella no estaba cuando llegué al departamento.

Encendí la luz y miré alrededor, todavía guardando la esperanza de que la encontraría en algún rincón, que correría a mis brazos y me contaría cómo le había ido en el examen. Lo primero que hice fue encaminarme a su habitación, solté un suspiro de alivio cuando encontré sus cosas en el armario, ahí estaban sus maletas y su ropa, perfectamente guardadas.

Dejé las bolsas en la mesa del comedor y me dirigí a la base del teléfono, marqué su número de nuevo, el cual ya me sabía de memoria, pero sonó ocupado otra vez.

Al no obtener respuesta regresé al comedor y saqué de las bolsas plásticas unos contenedores y una botella. Antes de ir a la reunión con el licenciado Caño había pasado a un restaurante a comprar comida italiana y el mejor champán según los vendedores de la vinoteca a la que fui.

Acomodé la comida en un plato y la puse dentro del horno microondas, el champán lo guardé en el congelador para que no se calentara, no acostumbraba a tomar ese tipo de bebidas, pero me dijeron que sabía mejor si estaba fría. Después obtuve de la alacena dos copas y dos platos, así como cubiertos, salí de la cocina y me acerqué a la mesa para acomodar las cosas. En el centro coloqué una velita que encendí y di un paso hacia atrás para admirar el escenario.

La tristeza me embargó, mis hombros cayeron con decepción, así no había planeado pasar esa noche, y no saber nada de ella me estaba llevando al límite. Un nudo se formó en la base de mi garganta, tragué saliva varias veces para espantarlo, no funcionó.

Quería estar ahí para ella, esa última semana no había pensado en otra cosa más que en su cara cuando le diera el anillo que ardía dentro del bolsillo de mi pantalón. Lo tenía todo planeado, estaba seguro de que le iría genial en el examen, luego la llevaría a cenar a un lindo lugar con unas increíbles vistas, le diría al mesero que pusieran el anillo en su postre y le haría el amor cuando llegáramos al departamento.

Nunca pensé que el licenciado Caño llamaría para informarme de la reunión con sus jefes, le dije que no podría ir porque tenía un compromiso muy importante, le pedí que me excusara con ellos, él fue muy claro:

«—Si no vienes olvídate de que te den el ascenso, no se te va a presentar otra oportunidad. Tienen a otro prospecto, estoy intentando convencerlos, no me falles porque estoy apostando por ti al recomendarte».

Las dudas me carcomieron, no podía decidir, simplemente no podía. Pero ¿si no iba y echaba todo a perder?

Tenía que hacerlo, aunque me doliera dejar a Becca en un momento así, aunque no pudiera presenciar su éxito. Primero me convencí de que me entendería, en el transcurso de la reunión desapareció ese pensamiento y fue reemplazado por el pánico. No, Rebecca no lo entendería, ya había entendido demasiado, estábamos en el borde y estaba empujándola más de lo que debería.

La reunión no fue más que una cena en donde se entabló una conversación formal desabrida, estuve ahí, sin embargo, mi mente se encontraba en otro lado. Varias veces me levanté para llamarla, otras me quedé mirando la nada. Me sentí tan perdido que no podía recordar con exactitud de qué habíamos platicado, mis respuestas fueron monótonas, habría causado una mejor impresión si hubiera faltado.

Cayendo por Rebecca © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora