* * *
En el instituto de Gastronomía todo había marchado bien, a excepción de un pequeño detalle: el chef Chávez. No solo era evidente que no le agradaba en absoluto, él me hacía la vida miserable en la escuela. Cada vez que se acercaba a probar uno de mis merengues, yo me envaraba y respiraba profundo, contenía el aliento mirando sus facciones imperturbables. Siempre saboreaba y hacía una mueca, encontraba cualquier mísero defecto para echármelo en cara, me obligaba a hacerlo de nuevo, no podía irme de mi módulo hasta terminar incluso si me quedaba sola, él se mantenía al frente; cuando terminaba se acercaba, probaba y decía: «uh, podría estar mejor».
Tenía que ahogar el ácido que subía por mi garganta, aguantarme las ganas que tenía de estamparle mi puño en la cara, él me había dejado muy claro quién era el que mandaba.
Como ese día que preparé un delicioso betún a base de almendras y esencia de rosas. Mi ánimo estaba por las nubes después de que lo probé, pues el sabor era exquisito, ni empalagoso ni salado, el término perfecto que habría combinado con cualquier pastel de vainilla; hasta Priscila abrió los ojos con deleite al probarlo. Así que vi cómo el chef Chávez lo probó sin despegar sus pupilas heladas de las mías, y arrugó la nariz.
—La textura no es agradable, el sabor podría mejorar. —Mi mandíbula cayó abierta, él soltó la cuchara y caminó hacia el módulo de uno de mis compañeros.
—Lo siento, chef, pero estoy segura de que la textura está bien, quizá se ha confundido —dije, sin poder contener mi lengua. Escuché varios jadeos, me arrepentí en cuanto el profesor sonrió con sarcasmo mientras se acercaba de nuevo a mí. En completo silencio probó la mezcla una vez más.
—Tiene razón, señorita Huerta, me confundí, no solo debería mejorar el sabor y la textura, también la consistencia. —Respiré hondo y apreté mis puños hasta clavarme las uñas, sabía perfectamente que la consistencia estaba bien, sin embargo, aplané los labios—. Y que sea la última vez que pone en juicio mis críticas si no quiere que la expulse de mi clase, aquí el chef soy yo, y si le digo que su merengue es una mierda, lo que va a hacer será asentir con la cabeza y decir: «sí, chef Chávez, intentaré hacerlo mejor la próxima vez». A ver, inténtelo.
Lo miré con incredulidad, esperando que se retractara o que solo fuera una amenaza. Comprendí que de verdad quería que lo dijera cuando alzó una ceja y elevó la barbilla, al tiempo que se cruzaba de brazos.
—Sí, chef Chávez, intentaré hacerlo mejor la próxima vez —murmuré.
El ánimo que había sentido al principio ya no estaba por ninguna parte, me cuestioné muchas veces, quizá mi paladar no estaba haciendo un buen trabajo. Después de darle vueltas y vueltas al asunto prometí que lo intentaría con más fuerza hasta que él se tragara sus puñeteras palabras. Al final del día mis compañeros se acercaron y me dieron palmadas en el hombro, intentando consolarme. No éramos muchos, una decena, la mayoría era bastante vivaracha y amigable. Fueron muy amables conmigo, un día nos reunimos después de clases y me mostraron la ciudad, solamente algunos puntos importantes y me platicaron otros.
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Cayendo por Rebecca © ✔️
RomanceSamuel es un hombre tranquilo, es maestro en una de las universidades más prestigiosas de México, tiene una novia hermosa con la que planea casarse y no pide nada más que ser feliz. Todo se va a la deriva cuando su madre lo obliga a cuidar a la desv...