Capítulo 44

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Había salido tan rápido de la Ciudad de México que no tuve tiempo de cancelar contratos ni de llevarme mi auto, me apresuré porque lo único que quería era llegar a Ciudad Victoria para hablar con Rebecca. No es que quisiera volver, pero sí tenía que arreglar ciertas cosas, por eso tuve que viajar de regreso y encargarme de ello.

Me bastaron cinco días para poner todo el papeleo en orden, el departamento ya estaba a nombre de Arturo y una sustanciosa cantidad en mi cuenta bancaria, usaría ese dinero para buscar una casa o mi propio sitio. Mis padres me pidieron que me quedara con ellos, sin embargo, odiaba la idea de quedarme en casa y convertirme en alguien similar a Julio, desaprobaba por completo el comportamiento de mi hermano, ni en un millón de años haría lo mismo.

Por otro lado, no podía creer que mi amigo, el mismo que se metía en una cama diferente todas las noches, al fin había encontrado a alguien con quien compartir, alguien que de verdad le importaba. Lo invité a pasar las próximas vacaciones en mi ciudad natal junto a su chica, realmente esperaba que fuera, pues lo que menos quería era perder el contacto, él había sido la única persona real que había conocido en esa etapa de mi vida, y ahora que empezaba otra, deseaba que siguiera en ella. Me dio una palmada en el hombro y accedió.

Me despedí del departamento y de la capital con melancolía, aunque no extrañaría nada de ese lugar. Por primera vez en mi vida me sentía libre, abierto a lo que se me viniera.

Cuando salí de la universidad pensaba en maestrías, doctorados, en seguir estudiando, en buscar un buen sitio para hacer mis prácticas profesionales, en buscar un trabajo para ganar experiencia y que luego estuviera capacitado para dar clases, en luchar para ser aceptado en una universidad pública, en demostrarle a los demás que podía ser bueno a pesar de lo joven que era. Ni siquiera disfruté mi graduación ni el viaje de fin de curso que hicieron mis compañeros de generación. Me aferré tanto a una idea de vida ideal que se me olvidó que lo más importante es ser feliz.

Quería que mis padres estuvieran orgullosos, que mis hermanas no siguieran el ejemplo de su hermano mayor, que tuvieran la imagen de alguien que había logrado sus metas.

Me perdí en alguna parte de la Ciudad de México, ya no estaba el soñador, solo esa versión que no me gustaba, la que creía que estaba bien conseguir algo a base de engaños. ¿Si consigues algo aparentando ser alguien que no eres realmente es tuyo? No. Ese no era yo, detestaba en quien me había convertido y estaba intentando recordar quién era, quería ser una mejor persona, alguien que valiera la pena.

Mientras conducía por la carretera para regresar a Ciudad Victoria, no podía dejar de darle vueltas a lo mismo. Me dolió tener la certeza de que, si Rebecca no hubiera llegado a mi vida, quizá yo nunca me habría dado cuenta de los errores que estaba cometiendo, ese panorama me asustaba. ¿Por qué me dejé llevar por la ambición de crecer?

Días antes había charlado con mi madre, antes de regresar a la Ciudad de México para traspasar el departamento. Me preparó café como solo ella sabía hacerlo y me obligó a tomar asiento en la salita.


—No te vas a levantar de aquí hasta que me cuentes todo, y hazle como quieras —dijo con los labios rectos y la mirada severa—. Los padres de Becca son como de nuestra familia y a ella la quiero como a una hija, ese día realmente dudé de Rebecca, y aunque lo hablamos y me dijo que todo estaba bien, sé que nunca volverá a ser lo mismo. Así que necesito que me expliques porque si no vienes a hacer las cosas bien, entonces no voy a apoyarte.

Me aguanté las lágrimas y apreté los dientes porque no soportaba saber que se habían decepcionado de mí. Tantos años luchando para ganar su orgullo y me había convertido en lo opuesto, en alguien peor que Julio.

Cayendo por Rebecca © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora