Capítulo 21

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Nos decidimos por pedir comida porque ya no era hora de desayunar, Becca aseguró que días atrás había visitado un lugar que hacía las mejores tortas del mundo, así que hicimos nuestro pedido. Afortunadamente la entrega a domicilio no demoró demasiado, ella se escondió en el sillón como si hubiera cometido una travesura mientras yo le pagaba al repartidor.

—A ver que tan buen paladar tienes —dije juguetón.

—No me retes, Campos. —Me señaló con su dedo índice.

Se puso de pie y se encaminó a la cocina, todo el camino observé sus infinitas piernas lechosas, se había puesto una de mis camisas y bragas, era el bocadillo más tentador que había presenciado, lucía más apetecible con esa prenda que con aquel vestido que me había vuelto loco en la discoteca. Cuando regresó lo hizo con dos vasos y una jarra llena de jugo. Se sentó al estilo indio en el suelo y obtuvo de la bolsa plástica su cajita. Hice lo mismo, me dejé caer a su lado y me dispuse a comer.

Nuestras rodillas se tocaban, podía oler su perfume desde mi posición, mis dedos picaron por tocarla. Me concentré en la comida para no perder el control, esa mujer sacudía la jodida tierra donde estaba parado.

—Está buena —dijo con la boca llena, lo cual me pareció adorable. Tenía migas de pan en su comisura, fui a quitarlas con mi pulgar dándole una suave caricia. Me mordí el labio cuando la vi escondiendo una sonrisa detrás de un mechón de su cabello.

—Lo está —respondí.

Nos quedamos en silencio por un rato, no pude evitar analizarla de reojo, estudié su perfil recto que terminaba en una nariz pequeña y respingada. Lamía sus labios cada vez que un poco de mayonesa los cubría, su cabello despeinado armonizaba con el cuadro; se veía despreocupada y condenadamente linda.

—Deja de mirarme, me estás poniendo nerviosa.

—Deja de ser tan hermosa.

—Cuéntame acerca de Jessica. —Me tensé, no quería hablar de ella, mucho menos con Becca—. Anda, y yo responderé cualquier pregunta que hagas, no seas llorón.

Lancé un suspiro cuando vi que se terminaba su torta y se lamía los dedos, ¿por qué mierdas me parecía caliente todo lo que hacía? Ni idea, parecía un marimacho comiendo y yo solo pensaba en cogérmela.

Se giró para poder mirarme, me apremió pasando sus piernas por encima de las mías, tenía sus muslos sobre los míos. Me olvidé de mi último bocado y apoyé una mano en su piel caliente, la otra la dejé en suelo. Me recargué en el sofá y la miré, ella también recargó la cabeza.

—Es la hija del licenciado Caño, una persona muy importante en el consejo de la universidad, trabaja junto al rector. La conocí en una reunión a la que fue por casualidad, claro que yo no sabía quién era, si lo hubiera sabido no me habría acercado. Charlamos, salimos, me dijo quién era su padre, me sentí intimidado, pero antes de que pudiera reaccionar ya éramos formales. El licenciado me dejó bien claro que no podía lastimarla, ¿entiendes? —Asintió.

Cayendo por Rebecca © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora