* * *
Entré a la cocina como cada mañana esperando encontrarla ahí, ya me había acostumbrado a entrar y observar desde la silla del comedor cómo se movía con confianza por todo el sitio, sumergida en sus pensamientos, moviendo sartenes y cubiertos que había comprado solo para llenar la alacena porque yo no sabía cocinar. Me llevé una gran decepción cuando no la encontré ahí, me molestó más de lo que quise admitirme, ya llevábamos varios días en la misma situación, me estaba ignorando; si la veía diez minutos al día ya era demasiado.
Por las mañanas se iba antes de que pudiera despertarme, incluso había intentado levantarme más temprano para encontrármela a propósito. Noté que estaba llegando más tarde que de costumbre, a eso de las diez se metía al departamento como un remolino y se encerraba en su habitación. Muchas veces apreté los puños para evitar cuestionarla, mi único consuelo era que llegaba con su uniforme, en el cual se veía condenadamente hermosa por cierto.
No sabía qué demonios hacer para hablar con ella ya que todos mis intentos habían fallado, me mandaba a la mierda con cortesía, lo peor de todo es que ni siquiera peleaba, no me hablaba con sarcasmo porque nuestros diálogos divertidos habían terminado por completo. Ella había decidido zanjar nuestra relación sin más, sabía que había sido mi culpa, pero es que escuchar esas palabras saliendo de su preciosa boquita me había enfurecido. Entendí lo que sintió cuando dijo que yo no era su tipo, ¡maldita sea! Quería gustarle a Becca, necesitaba que me deseara como yo lo hacía, que quisiera estar conmigo no solo por diversión, que ansiara mis besos.
Una mañana me encontré un sobre en la mesita de la sala con un dibujo de un teléfono, al abrirlo vi que era el dinero por las llamadas, al menos eso supuse, intenté regresárselo dejándolo en su mesita de noche, sin embargo, volvió a colocarlo en el mismo lugar una y otra vez hasta que desistí.
Llevé comida que sabía que le gustaba todos los días, también lo ignoró, a pesar de que sabía que adoraba comer eso.
Me la había encontrado un fin de semana en el cuarto de la lavandería, estaba acomodando la ropa en la lavadora, me quedé quieto y enmudecido en el umbral de la puerta contemplando sus piernas torneadas en ese diminuto pantaloncillo que me moría por arrancarle; era lo más corto que le había visto desde aquel día. Me la imaginé desnuda encima de la lavadora, mientras yo lamía sus pezones y ella gritaba mi nombre apretando mi cabello, imaginé que dejaba besos en su entrepierna hasta llegar a su vértice, la temperatura de mi cuerpo comenzó a elevarse y una erección se formó en mis pantalones. Vi su cinturilla y mis dedos picaron, las ondas de su cabello que llegaban a la mitad de su espalda bailaron cuando Becca se puso de puntillas para coger un detergente que estaba en una repisa. Se apalancó con la mano libre en la lavadora, rozó con la punta de los dedos el bote, yo sonreí porque estaba disfrutando muchísimo de cómo los músculos de sus piernas se contraían. Quise aprovechar la oportunidad, me aproximé hasta que estuve a sus espaldas y cogí el jabón.
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Cayendo por Rebecca © ✔️
RomanceSamuel es un hombre tranquilo, es maestro en una de las universidades más prestigiosas de México, tiene una novia hermosa con la que planea casarse y no pide nada más que ser feliz. Todo se va a la deriva cuando su madre lo obliga a cuidar a la desv...