IV

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Me despierto  por la mañana con el ruido de los pájaros y la luz del sol que se filtra por las cortinas lilas de la habitación. Miro la hora  6:45.

Aggh ¿enserio? ¿Qué hago despertándome a esta hora? Me doy la vuelta y cubro mi cabeza con la almohada e intento dormir... pero no puedo.

Me levanto decidida a hacer de este un buen día. Abro la ducha y dedico los próximos treinta minutos a bañarme. Me envuelvo en una toalla y me detengo frente al espejo que cubre toda la pared. No es cómodo estar siempre desconforme conmigo misma, asique me quedo quieta mirando mi reflejo buscando algo lindo en mí.

Alejo la vista rápido del espejo y me dirijo a la habitación, saco unos shorts desteñidos pero no me los pongo, la verdad es que no sé para qué tengo shorts si casi no los uso, según mi madre tengo buenas piernas, pero lo dice mamá que me ama. Me decido por unos jean largos y oscuros, mis converse negras y  una remera sin mangas color salmón.

Bajo las escaleras y me dirijo hacia la cocina, cuando entro me encuentro con una gran sonrisa de parte de Miranda.

—¿Estás lista?–pregunta– ya sé que vamos hacer hoy.

—¿Y qué vamos hacer?

Después de desayunar nos dirigimos al "centro"

—Tengo que hacer unas compras en el supermercado, puedes dar una vuelta si quieres.

—Está bien–digo.

Comienzo a caminar, no hay mucho para ver, solo dos manzanas de negocios y una gran galería.

Después de dar varias vueltas, decido ir a esperar a Miranda a la entrada del supermercado. Una chica que lleva una hilera de cajas en los brazos, tropieza y se le caen algunas.

Me agacho a recogerlas y le saco algunas más de los brazos para ayudarla. Aunque bien podría haber salido corriendo con las cajas misteriosas JA.

—¡Gracias!–me dice sonriendo ¿Por qué todo el mundo es tan alegre? No me malinterpreten pero esto no es algo normal.

—¿A dónde tienes que llevarlas?– pregunto devolviéndole la sonrisa aunque con todas las cajas tapando mi cara de seguro no puede verla.

—Al Jeep estacionado ahí en frente- camino junto a ella, hasta llegar a la parte trasera del auto donde un chico le recibe sus cajas y luego saca las que tengo en mis brazos. Y entonces puedo verlo. Una sonrisa hermosa con hoyuelos a cada lado, pelo castaño algo despeinado y unos ojos preciosos

—Gracias– le digo algo torpe.

—De nada–me sonríe–¿Eres nueva?

—Algo así... vine por unos días con mi abuela.

—¿En dónde te estás quedando?– pregunta la chica .

—En la estancia de los Stevens.

—Entonces...–habla él.

—Emma–digo tímida.

—Emma... ¿Vienes con nosotros?–  miro a la chica que supongo es la novia, y ambos sonríen.

Los observo con cara de sospecha, no es que sea así de desconfiada siempre, pero que dos desconocidos me inviten a ir con ellos y pongan esa sonrisa extraña hace que lo dude–Sí, tengo que avisar- Entonces corro hacia Miranda que está saliendo de hacer las compras.

—Miranda, esos chicos, mira disimuladamente,–ella mira haciendo caso omiso a lo que le digo–me invitaron a ir con ellos, ¿puedo, puedo, puedo? – pregunto haciendo pucheros.

—Ve – ¡siiii! –pero cuídate y avisa a qué hora vuelves.

Corro hacia ellos.

—Genial–digo–¿como se llaman?

 The Perfect Summer  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora