Capítulo 24.

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"Me asusta la manera en que te amo, es como si antes de ti no hubiera nada y después de ti tampoco." Marcela Novoa.

***

Las tres nos adentramos al Barrio Brixton Bar & Café y tomamos asiento en un sofá azul. Hasta que el camarero llega, las tres nos dedicamos a contar cosas de las navidades y reír cada pocos segundos.

-¿Y tus padres saben lo de Arthur?

Mis ojos se posan sobre los marrones de Ria y niego rápidamente con la cabeza, causando que ambas rían.

-John me felicitó el año nuevo.

Al mencionarlo, Livia me mira con una media sonrisa y Ria sonríe. Yo, comprendiendo lo que me dicen sin pronunciar palabra alguna, ruedo los ojos y recuesto mi espalda sobre el respaldo del azul sofá para después reír.

-Idiotas.

-Él está bueno – comenta Livia mientras el camarero nos deja nuestras bebidas —, pero ya no impartirá más clases.

Alzo las cejas sorprendida y la miro con asombro.

-¿Y eso? – pregunto mientras la pajita de mi bebida está entre mis labios.

-El profesor de antes vuelve – cuenta, tras beber de su Nestea —. Resulta que ya se ha recuperado, o algo así.

-Melissa, no llores – bromea Ria intentando reprimir una risa –. Podréis tener algo fugaz fuera.

Ruedo los ojos y río.

-Yo tengo algo con Arthur. No necesito nada más.

Livia ríe mientras Ria teclea un mensaje en su teléfono.

-Es verdad – aseguro.

-Al menos admite que tienes atracción hacia él.

Resoplo y bebo.

-Que no.

***

-¿Voy bien? – le pregunto a Arthur posicionándome frente a él.- ¿O el pelo está demasiado despeinado?

Él ríe.

-Déjame a mí.

El chico de ojos azules se incorpora y, cuando está de cara a mí, pasa ambas de sus manos por mi pelo para peinarlo mientras no deja de observarme. Cuando acaba, una sonrisa abarca su rostro y me guiña un ojo para después cruzar sus brazos bajo el pecho y asentir.

-Perfecto.

Niego con la cabeza con una sonrisa.

-Me voy – me despido mientras tomo mi mochila –. Adiós.

-Espera – me dice, tomándome del antebrazo para después unir nuestros labios.

Cuando nos besamos, siento como el aire de nuestro alrededor se carga y mi corazón se retuerce para empezar a latir sin mesura alguna.

“No puede estar pasando.”

    Asustada, me separo de él con miedo y Arthur, extrañado, posa su mano sobre mi hombro y ladea su cabeza.

-¿Qué pasa?

-Llego tarde – fuerzo una sonrisa y me dirijo hacia la puerta de su habitación —. Adiós.

-Adiós, nena.

Nada más cerrar la puerta de su habitación, apoyo mi espalda en la pared de al lado y jadeo pensando en lo que ha sucedido cuando nos besábamos; en lo que he sentido. He notado como mi corazón latía al igual que cuando Hugo se encontraba a mi lado.

Hugo, te quiero. [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora