Epílogo.

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"Lo que se hace por amor siempre está

más allá del bien y el mal." Friedrich Nietzsche.

***

Hugo.

Un sonido zumbe en mi oído con un ritmo profundo y lento, lo que poco a poco provoca que me vaya removiendo en el lugar donde estoy y me incorpore sobre mí, abriendo los ojos y percatarme que Darío duerme al lado y estamos en una de las habitaciones de la casa de Álvaro. Un pinchazo llega a mi cabeza y evito soltar un quejido para no despertar al chico, así que me pongo en pie totalmente descalzo y en pijama para ir afuera. Cuando estoy por fin en el pasillo, froto mis ojos con ambas palmas de mis manos y escucho el silencio del lugar.

Pocos segundos después llego a la cocina y miro el reloj. Son las once de la mañana. Largo un suspiro, noto como si mis ojos quisieran salir de sus órbitas y mi cabeza a punto de explotar.

"No debería haber bebido tanto."

Me preparo un Cola Cao y busco una silla del jardín en la que sentarme, fijándome antes en el destrozo que hay. Cojo una que está tumbada en el suelo y tomo asiento, contemplando de frente el lago que hay junto a la casa y sintiendo como el calor del sol azota mi cuerpo. Inspiro el aire de mediados de junio y me relajo por unos segundos mientras voy bebiendo del vaso.

No sé cuánto tiempo pasa, pero acabo escuchando ruido en la cocina y unas voces que intuyo que deben ser de más de una persona. Opto a duras penas de ponerme en pie, me adentro en la casa y entro en la cocina, moviéndome entre todos hasta que la veo.

Melissa se encuentra sentada sobre la encimera de mármol blanco, riendo al ver a Álvaro cocinar unas tortitas hasta que su mirada color miel se posa en mí y se queda quieta. Unos recuerdos de ayer por la noche azotan mi mente al instante, en los que recuerdo que ella me dijo aquello que he ansiado tanto escuchar por su parte.

Pero entonces la duda aparece.

"¿Debe acordarse de lo que dijo? Porque íbamos bastante bebidos."

Se pone en pie y se acerca hacia mí, creyendo por unos instantes que me sacará del lugar para aclarar la confesión de la otra noche, pero no es así. Se eleva un poco, posa sus labios sobre mi mejilla y yo cierro los ojos con furia.

No quiero que me bese ahí.

-Buenos días, Hugo.

Me dedica una sonrisa, una de esas que tanto la caracterizan; y entonces me doy cuenta. Melissa no recuerda nada. Se la devuelvo y dejo mi vaso sin acabar en la mesa, disculpándome para salir y encerrarme en el baño con la excusa de que tengo que ducharme.

Cuando el agua rocía mi cuerpo, me siento en la bañera y me pongo en posición fetal, liberando toda la tensión que tenía con unos largos gemidos de frustración y rabia.

"¿Tan difícil va a ser que sepa que la quiero? ¿Tan cabrón es el destino que no nos quiere juntos?"

Aprieto mis dientes con furia hasta que llega un momento en el que me hago daño, tiro de mi pelo húmedo con rabia largando un grito de rabia y conteniendo las ganas de aporrear las baldosas blancas de la ducha. Las lágrimas se camuflan a la perfección con el agua mientras no ceso de pensar en lo sucedido en menos de veinticuatro horas.

"Soy gilipollas. ¿Por qué le dije que era mi amiga? ¡Tendría que haberme confesado!"

"Ella también me llamó amigo... ¿Y si... ella nunca ha sentido nada por mí y todo me lo he creado yo?"

Melissa.

Salgo con rapidez de la cocina y busco a Hugo por el lugar. ¿Debe acordarse de que le confesé que le quería? Me recorro toda la casa hasta llegar al baño, donde me percato que se está duchando y entonces me voy para salir al jardín y sentarme en la única silla que se encuentra bien posicionada. Miro el lago que hay frente a mí, llevando la uña de mi dedo gordo a mis labios para mordisquearla con nerviosismo.

"No, él no debe recordar nada, iba borrachísimo. No, íbamos."

Me fijo en las rayas doradas que caen sobre el lago debido al brillante sol de una mañana de junio, pero al poco tiempo me es indiferente. ¿Por qué todo es tan sumamente jodido? Recuerdo que hace menos de veinticuatro horas mantuvimos la charla donde aclaramos todo, pero en la cual yo no fui capaz de confesarle que le quería. ¡Me llamó amiga, cómo iba a decírselo! Bueno, aunque yo también le dije que era mi amigo...

Paso ambas de mis manos por mi rostro con frustración. ¿Cómo puede ser todo así? Sé que nada es tan fácil como en los libros de amor, ¿pero tan jodido como esto puede llegar a ser o más? No me jodas...

Cuando le he visto esta mañana, hace pocos minutos, me he quedado tiesa al percatarme de sus ojos mirarme fijamente; por un nanosegundo he pensado que cabía la posibilidad de que él se acordase, pero cuando no me ha dicho nada y ha correspondido a mi sonrisa, lo he sabido.

Sí, tal vez podría decirle que ayer por la noche me confesé, pero corro el riesgo de que Hugo se aleje de mi debido a que él no me corresponde, o tal vez se piense que esto majara y que eso lo dije debido al alcohol. ¡No sé qué hacer!

Escucho como Emma llama a Hugo, y yo me giro para ver por el ventanal al chico de ojos marrones con su pelo húmedo y una toalla naranja rodeando su cintura. Escaneo su abdomen y después me fijo en su rostro.

No voy a ser capaz nunca de confesarme, prefiero mantener la amistad a perderlo.

***

El tercer libro se llama: "Tú, Hugo."

¡Ya está publicado el prólogo!

Hugo, te quiero. [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora