Capítulo 35.

1.1K 94 15
                                    

“Te quiero como se quiere a ciertos amores, a la antigua con el alma y sin mirar atrás.”  Jaime Sabines.

***

Hugo.

      El timbre suena a las dos en punto como cada miércoles, poniéndonos en pie todos tras el profesor de economía haber dado su explicación y marchándonos de clase con ansias de llegar a casa y poder, al fin, comer.

       Me acerco a mi taquilla y la abro sumergido en mis pensamientos, tanto que no llego a darme cuenta de la presencia tanto de Alexia y Sandra como la de Darío.

-En una semana viene Melissa, al fin — se nota la alegría en la voz de Alexia, quién sonríe con ilusión mientras la otra abre su taquilla.

      La pronunciación del nombre de la chica de pelo ahora rubio hace que deje de husmear en su conversación y centre mi atención en coger los libros necesarios para las recuperaciones que tengo de algunas asignaturas. A pesar de eso, el nombre de la chica no para de azotar mi mente una y otra vez, provocando que su rostro inunde mi mente.

-¿Qué te pasa a ti? — Darío está apoyado de espaldas a las taquillas, mirándome a mí y después a Sandra, quien lo ignora por completo.

-Nada, tan solo hasta los cojones de las recuperaciones — se encuentra masticando chicle y con su mirada fija en la chica del piercing negro —. Gracias por preguntar y luego no escucharme, amigo...

     Cierro mi taquilla, pongo el candado y me dirijo hacia las escaleras para bajar dos pisos. Darío se me une rápidamente con sus manos metidas en las bermudas que lleva mientras me mira cauteloso.

-Tú no estás bien.

Le miro con el ceño fruncido.

-¿Y ahora qué pasa?

Se encoge de hombros, para en seco en el piso de primero y segundo de la ESO, mirándome.

-Es por Melissa — murmura finalmente, mientras más gente pasa a nuestro alrededor.

Meneo mi cabeza, confuso.

“¿Y eso a qué viene?”

-¿Y todo eso lo intuyes porque...?

Él ríe, palmea mi hombro y después pasa un brazo sobre ellos mientras bajamos el piso que nos queda.

-Porque tan solo basta verte la cara cuando alguien pronuncia su nombre.

     Y es verdad. Desde aquel repentino enfado con Melissa que a día de hoy ya ni me acuerdo del motivo, no he parado de estar casi completamente desconectado del mundo.

      Y que ahora, meses después y sin tener noticias directas de ella, venga, me pone los pelos de punta. No en el mal sentido, o no del todo. Más bien es el miedo a cómo reaccionaré yo al tenerla frente a mí nueve meses después, y también cómo reaccionará ella.

“La echo de menos.”

        Es imposible no dejar de pensar en ella, y no tan solo por el simple motivo de que tenemos amigos en común. ¡Qué va! Si no también por el mero hecho de que, a pesar de que Sandra y Alexia comenten cosas a cerca de ella, no paro de pensar en Melissa.

         A veces, por la noche, cuando me despierto porque sí o simplemente no puedo dormir, me quedo de lado mirando fijamente a un punto y mi mente vuela hacia los recuerdos con ella. Me da miedo eso, porque cada vez que pasa más el tiempo no llego a recordar bien el sonido de su risa o como sonreían sus ojos cuando evitaba reír.

          Es cierto que puedo ver imágenes suya o, tal vez, me podría bastar con una simple vídeo llamada con ella; pero no. Eso no es suficiente para mí. Porque cuando no puedo dormir, a veces no recuerdo como era de sedoso su pelo y las tantas veces que le decía que tenía que cortárselo porque tenía las puntas abiertas.

      Tampoco me acuerdo de como se sentía tu piel. Recuerdo que una vez me di cuenta que se echaba aceite de coco, pero poco más. No recuerdo su tacto por mucho que me esmere en rebobinar en mi memoria táctil.

-Ya pensaba que ibas a sacar el tema de la virginidad... — siseo, saliendo ambos por el portal del edificio y caminando por la calle.

-Bueno, ahora que lo dices... No.

Me paro en seco, sorprendido.

-¿No me vas a venir con esa charla de que tengo que hacerlo ya y no esperar a Melissa? — niega con la cabeza — ¿Y eso?

Él rasca su nuca.

-Porque, siendo sincero, yo me arrepiento de con quién la perdí.

Alzo mis cejas sorprendido y me cruzo de brazos, escuchando con atención.

-¿Y con quién te gustaría haberla perdido?

Él baja la mirada, pero aunque lo haga, yo ya me intuyo la respuesta.

-Sandra.

       A pesar de la ruptura definitiva de ambos, Darío no para de hablarme de ella día y noche, diciéndome lo que la echa de menos, y no solo en el sexo. Realmente se ha enamorado de ella, pero la chica del piercing negro me ha confesado que ella ya no siente nada por él.

     En cierto modo, Darío se lo merece debido al número de chicas a las que ha partido el corazón, pero por otra parte me sabe mal porque sé lo que se siente.
   
      Recuerdo cuando vi que Melissa salía con aquel chico inglés que le sacaba menos años que David, y lo que hacía con él.

“Espero que no haya sido tan tonta de haberla perdido con él.”

Quiero hacer un inciso aquí y pediros, por favor, que no hagáis comentarios como: “Es una perra, si la perdió hace mucho y lo hace con cualquiera”, o cosas así. Melissa perdió su virginidad con la persona a la que quería en ese momento y lo ha hecho con las que ha querido. No hay por qué juzgarla, cada uno hace lo que quiere con su cuerpo.

      Niego con la cabeza y seguimos emprendiendo camino mientras mi mente divaga por sí sola a la vez que Darío no cesa de hablar sobre Sandra.

-¿Y por qué estás con otras si la quieres?

-Porque no la puedo tener – contesta con obviedad.

Ruedo los ojos.

-A ver, eso de tener... No es posesión tuya, Darío — le recrimino —. Si quieres que te dé una oportunidad, cúrratelo.

Se cruza de brazos, barajando la idea.

-¿Tú crees? — asiento decidido en cuanto a mi ayuda — Pues te podría decir a ti lo mismo.

-¿El qué?

-Si quieres tener a Melissa, cúrratelo.

-¿Cómo quieres que me curre algo cuando ni nos hablamos y ella no siente nada por mí? — pregunto, y él me mira con cara de pocos amigos.

-¿Sigues con lo mismo de que no siente nada por ti?

-¡Hombre es que si está con otro es bastante obvio que por mí mucho no siente! — recalco.

-Tú también has estado con muchas y estabas enamorado de ella, y lo sigues estando... ¿Quién dice que ella no?

-Yo — susurro —. Se la veía enamorada.

Asiente.

-Lo has dicho en pasado — puntualiza —. Melissa ya no está con el chico aquel, Hugo.

Alzo las cejas, sorprendido.

-¿Desde cuándo?

Se encoge de hombros.

-No sé, pero hace.

       Me quedo unos segundos pensando mientras llegamos a casa de Darío y me despido de él. Durante el trayecto hacia la mía, no paro de pensar a cerca de ella y que ahora está soltera.

¿Será esta mi oportunidad de confesarle mis sentimientos e intentar que tengamos algo?

    

Hugo, te quiero. [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora