Capítulo 32.

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"Los que padecéis de porque amáis; amad más todavía; morir de amor es vivir." Víctor Hugo.

***

1 de junio.

Entramos en la habitación sudorosas con nuestras camisetas de tirantes pegadas al cuerpo, nuestros rostros brillantes debido al sudor y, en mi caso, las mejillas rojas como el fuego. Qué calor. Me dirijo hacia mi armario, abriendo uno de sus cajones para coger ropa interior y un chándal.

-¿Tú o yo? – pregunto, desviando por unos instantes mi mirada a  Livia, que está sentada en la cama intentando recuperar su respiración, todavía.

Hace un gesto extraño con la mano.

-Tú – susurra en respuesta, con un tono bajo debido al ahogo que lleva encima -. Yo, todavía, no puedo ni respirar.

Sonrío.

Tras haberme duchado finalmente, me encuentro en mi habitación escuchando el ruido del agua de la ducha mientras tecleo hábilmente en mi ordenador. Una petición de vídeo-llamada salta en mi pantalla y la contemplo por unos segundos. Es Alexia. La acepto y, al poco tiempo, su rostro aparece en mi pantalla junto al de Sandra. Ambas saludan con las manos.

-Hey – murmuro, acomodándome mejor la cabeza sobre la almohada.

-¿Te acabas de duchar? – asiento – Entonces no has mirado el teléfono.

Frunzo el ceño.

-No, ¿por qué?

-Ya han hecho otro grupo para montar una fiesta la noche que tú vuelvas – interfiere Sandra, provocando que Alexia la mire con el ceño fruncido debido a que iba a contestar ella.

-Pero si queda mucho – hago cálculos mentales a cerca de los días que me quedan para volver a España.

-Bueno, veintiún días se pasan rápido teniendo en cuenta que lleva en Londres nueve meses, más o menos – contempla Alexia.

Asiento.

-¡Ah, por cierto! – exclama Sandra, rodeando por encima del hombro a Alexia - ¡Adivina quién tiene novio ya!

Cuando escucho lo que exclama mi amiga, alzo las cejas con sorpresa al percatarme de lo que se me acaba de anunciar. No puede ser.

-¿Qué? – ensancho más los ojos - ¿Alexia? – la rubia asiente - ¿Enserio? – vuelve a insistir con más entusiasmo.

-¡Al fin alguien la ha hecho querer tener noviete! – se nota la emoción en los ojos y voz de Sandra – Es que diecisiete años sin nada... ¡Buf!

-Bueno, sin nada... Me he enrollado con muchos tíos, Sandra.

La chica del piercing en la nariz la mira interrogante.

-¡Ya ves tú! Solo con cuatro.

-Pues ya son – sisea Alexia, rodando sus ojos y volviendo a mirar hacia la webcam -. Cuando vengas te lo presento, Mel.

Livia sale del cuarto de baño, alzo la mirada y le dedico una sonrisa al igual que ella, que coge su ropa y vuelve al lugar.

-¿Es del colegio? – niegan - ¿Entonces...?

-Vosotras sabéis que a mí no me gusta salir con gente del colegio, que luego si pasa algo malo les veo la cara todo los días y como que no.

Reímos Sandra y yo.

-Bueno, me alegro de que al fin hayas encontrado alguien con quien merezca la pena estar, Alexia. Te envidio.

[...]

La noche se hace presente el primer día de junio en Londres. Livia, Ria, Mila y yo nos encontramos en el patio donde vi por primera vez a Arthur de nuevo, pero esta vez las cuatro solas acompañadas de un par de botellas de vodka azul.

-¿Jugamos a: "Yo nunca..."? – propongo.

-¡Vale! – aceptan al unísono.

Cada una nos posicionamos bien en el frío suelo, tapadas con unas finas mantas y bajo la luna de una de las farolas del lugar.

-Yo nunca... he besado a un chico sin saber quién era.

Mila, Ria y yo bebemos.

-Yo nunca... he engañado a uno de mis ex novios.

Ria y Mila beben.

-Yo nunca... me he echado atrás a la hora de tener sexo.

-¿En qué aspecto? – pregunta Livia.

-En plan, que estás a punto de tenerlo y te niegas.

Ria, Mila, Livia y yo bebemos.

-La primera en la que coincidimos – bromeo, largando una risa las cuatro después.

-Yo nunca... he tenido sexo con un desconocido.

Mila y yo bebemos.

-Yo nunca... me he enamorado de quien no debía.

Con mis ojos sin maquillar puestos encima de mi vaso lleno del contenido, en mi mente cruza el nombre de una persona cuya me ha complicado bastante todo este tiempo, aunque yo también he puesto de lo mío. Observo como las demás beben y me contemplan esperando a que diga algo, o que simplemente de un trago largo y sin parar de la botella. Y eso hago.

Recibo una mirada de Ria que directamente sé lo que quiere preguntarme, pero no me atrevo a recordar de nuevo su nombre. Estos meses sin saber nada de él han sido buenos. ¡Qué digo! He podido disfrutar como nunca de mi estancia en Londres y he sacado el máximo partido a todo.

-Yo nunca... he estado más de tres meses sin sexo.

Livia y yo bebemos.

-¿Desde Arthur? – me pregunta Mila y asiento. Desvía su mirada azul a Livia - ¿Y tú?

Livia baja la mirada al suelo, bebe de nuevo a pesar de que no hemos dicho nada y limpia su húmeda boca con el dorso de su mano.

-Caleb.

Ninguna optamos por decir nada más, ya que desde que un día Ria y yo tomamos la decisión de confesarle a cerca de que éramos conscientes de que Caleb le había engañado ya que está casado y tiene hijos, no soportó aquello. Livia a día de hoy se encuentra destrozada. A veces, por la noche, cuando me despierto debido a que sueño con él, escucho sus gemidos de pena, ya que intenta no hacer ruido al llorar.

La abrazo por unos instantes, en los cuales noto temblar su cuerpo y la beso en la mejilla para tranquilizarla, estrechándola más entre mis brazos.

-¿Mejor? – pregunto, tras haberme apartado.

Asiente.

-¡Continuemos! – exclama Ria -. Yo nunca... he llorado por no ser correspondida.

Observo a Ria expectante, asumiendo lo que ha dicho y miro la bebida que se encuentra en el interior del vaso. De un largo trago, me acabo todo y siento un buen mareo debido a la cantidad que ya llevo consumida. No sé el por qué ni el cómo, pero, de repente, creo verle aquí, conmigo; pero entonces me doy cuenta de que Hugo no está, ni estará, porque la distancia ha jodido todo.

Y nosotros también.

Hugo, te quiero. [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora