Capítulo III.

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El viaje en avión fue demasiado duro para mí. Ya me había desacostumbrado por completo a los viajes largos y a los cambios de horario. El JFK era más grande de lo que recordaba y de inmediato el alboroto de las personas me absorbió provocándome un ligero dolo de cabeza. Al bajar las escaleras distinguía una joven con un cartel con mi nombre. Debía de ser la asistente que Anne me había dicho había contratado.

– ¿Señorita Lardner?

Preguntó luciendo completamente emocionada.

–Sí, ¿tú eres Rebecca?

Soltó un gritito de emoción y asintió.

–Sí, soy yo. ¡Su nueva asistente! Esto es un verdadero honor señorita Lardner, presenciar su regreso ¡Ayudarla!

–Por favor llámame Vicky.

Intente tranquilizarla, la chica estaba más emocionada que yo.

–Bien, aquí tengo su itinerario, la tarjeta de su habitación de hotel, el estudio en donde va a ensayar, coreógrafo, entrenador, también tengo su...

Comencé a tranquilizarla de nuevo, todavía no dejábamos el aeropuerto y ya comenzaba a aturdirme.

–Rebecca, tranquilidad por favor, antes que nada, ¿tienes los dos celulares que pedí?

Asintió con emoción, rebuscó entre su bolsa y sacó dos celulares nuevo.

Se los había pedido a Anne, uno para cualquier situación de trabajo y el otro especialmente para llamar a casa.

–El auto nos espera allá afuera, hoy tendrá todo el día para descansar y acomodarse con el horario, en los dos celulares está mi número telefónico, por si necesita llamarme. De cualquier manera llegaré mañana por usted a las cinco de la mañana en punto, ¿de acuerdo?

Asentí subiendo al auto e intentando descifrar como diablos utilizar mi nuevo celular.

Sentía una extraña comodidad estando en la habitación de hotel, ni siquiera sentía el cambio de horario o un poco de sueño. Ya había hablado con Tom, pero Rose ya estaba completamente dormida, le hablaría mañana a primera hora.

Me di una ducha bastante rápida y en cuanto salí le di un vistazo a mi itinerario, todos mis días estaban completamente llenos, entre entrenamientos de ballet, ensayos de escenas y grabaciones a penas y tendría tiempo para dormir.

Alguien tocó a la puerta y de verdad esperaba que no fuera mi asistente.

– ¡Vicky!

¡Era Ben!

Me llené de alivio al verlo ahí de pie con una botella de whiskey en la mano. Me apresure para abrazarlo del cuello.

–Ben, no sabes cuánto te agradezco el haberme dado esta oportunidad, te juro que no te voy a fallar.

Me miro con una sonrisa en el rostro.

–Qué bueno que lo dices porque tengo algo que decirte...

Lo interrumpí en cuanto me di cuenta de que lo único que traía puesto era mi bata de baño y una toalla en la cabeza.

–Ah, espera, ¿por qué no pasas y destapas la botella en lo que yo me cambio? ¡Cuéntame todo aquí adentro!

Ben asintió, lo tome de la mano obligándolo a entrar.

No sé durante cuánto tiempo estuvimos hablando, poniéndonos al día de todo lo que no nos habíamos dicho el tiempo en el que no nos habíamos visto, la botella de whiskey estaba a punto de terminarse pero nuestras ganas de reír seguían ahí. Benedict sacó un cigarrillo y lo mire con cierto brillo en mis ojos.

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