Totalmente tu

C32.

Las lágrimas me queman la cara por haber recordado como fue que pasaron las cosas.




Soy una idiota en primera nunca tuve que haber dejado que me hablara, en segunda jamás tuve que decirle que se subiera a mi camioneta.




- ¿Tienes una idea de lo que sentí? - digo llorando.




- Lo lamento muchísimo, tienes que creerme.




- No, Mariano. Pase días, semanas llorando por lo que me hiciste. El haber visto esa foto de ti con esa maldita zorra fue lo peor de mi vida. - el no dice nada. - Luego durante semanas estuviste mandando flores y cartas como si unas estúpidas flores y unas estúpidas cartas pudieran cambiar algo de lo que paso.




- Después, cuando te intente marcar no contestabas.




- Tus llamadas nunca me llegaron. ¿Qué creíste? ¿Qué sería estúpida y seguiría teniendo el mismo número para esperar a que me llamarás?




- Tu tenías que haberme escuchado. - alza la voz.




¿Que se cree este pendejo?




- No, no tenía. No había motivo alguno para hacerlo. - le grito.




Para este momento ya no estoy llorando. Que bueno.




Ahora sólo siento que me invade la rabia.




- ¿Sabes porque me regrese a España? - pregunta con su voz más baja que hace un segundo.




- ¿Para hacerle lo mismo que a mi a una de tu ciudad? - digo irónicamente.




- No, Nina. Escúchame. Me fui para que pudieras olvidar todo lo malo y lo pensarás en todo lo bueno que pasamos.




- Tus pendejadas hicieron que olvidara lo bueno.




- No te ciegues por el rencor.




- No, no es el rencor. Es tu presencia lo que me ciega. Me enferma tenerte cerca.




Pf. Eso estuvo potente pero tenía que sacarlo.




Siento como me quito un peso de encima.




Aunque en realidad si le tengo rencor, digo ¿cómo no tenerle?




- Te amo y lo sabes. - murmuro.




- Nunca dijiste nada de eso. - murmure volteando a ver mis manos agarrando el volante. - Así que no lo se. - digo y alzo mi cara para verlo.




- Haga lo que haga tengo claro que no podré hacer nada. Lo lamento muchísimo. - sus ojos se llenaron de lágrimas.