Día 32.

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  El sol no brillaba esa mañana, una tenue llovizna había afectado al reino de Esperanza, así como a su corazón. En cuanto el astro rey cayera, comenzaría el camino hacia su calvario, nada ni nadie podría liberarla de la decisión del rey, el cual además, había prohibido que alguna amistad la viera ese día por temor a que le ayudaran a escapar y, eso, incluía a su propio hijo Pensamiento. Ese sería, sin duda alguna, el peor día de su vida.

  Al caer la noche, Esperanza fue ataviada con gran ceremonia por las doncellas; nadie sonreía en su habitación. Su hermano Pensamiento había intentado todo para que su padre desistiera en casarla con el capitán; mas, no hubo forma alguna de convencerlo; sólo le trajo más confrontaciones. Ahora, ya había llegado el día de la boda. El compromiso con Triunfo, dos semanas atrás, hubiera sido el momento más indeseable a no ser por este.

  —El blanco le sienta bien, Su Alteza —comentó una de las criadas al terminar con los últimos detalles.

  —¿Sí, verdad? Me pregunto ¿por qué las mortajas son del mismo color? —Se puso de pie y las mujeres se miraron entre sí, incómodas. A los pocos minutos, unos guardias llamaron a la puerta para que se prepararan.

  —¿Su Alteza? —cuestionó una de las mujeres.

  —Terminemos con esto de una vez; retrasarlo unos minutos, no hará mucha diferencia. —Salió del cuarto con su comitiva llevándole la capa y el ramo.

  Dos soldados la aguardaban para conducirla hasta donde su padre le esperaba, a varios metros del altar. Este había sido dispuesto en el exterior, ya que el cielo había amainado y se vislumbraba algún que otro tardío rayo de sol, luego, sería iluminado por antorchas. Antes de salir, la criada dio el ramo a la princesa y echó un último vistazo; acomodó un poco la corona de flores y el cabello. Mientras, Esperanza pensaba lo difícil que sería aquella noche, sobretodo habiéndole recordado hasta ese momento quién era ella y quién era él; así lo había podido tener lo más lejos posible, pero, ahora...

  Su padre vino a su lado para iniciar el camino hacia su futuro esposo; colocó su brazo sobre el propio y la observó con orgullo.

  —Te ves hermosa, hija. —Esperanza sólo bajó la cabeza—. Todo saldrá bien; ya verás. —Palmeó su mano y fueron hacia el bello altar decorado con flores y guirnaldas. Triunfo no podía dejar de verla; su mirada se iluminaba con su sola presencia, así como lo hacían las de sus muchas admiradoras, las cuales opinaban que el blanco sólo lo hacía más sublime e inalcanzable. Por fin, llegó a su lado; el capitán le dio las gracias al monarca y ofreció su brazo a la joven, que sólo tras un ceño de su padre lo aceptó. Así, su prometido la guió ante Perdón, el supremo sacerdote, y se inició la ceremonia más importante para el reino de Poder. Conforme iba avanzando la boda, el cielo iba oscureciendo muy lentamente...

  —Siendo deseo de nuestro pueblo y nuestro rey, estos jóvenes se unirán en matrimonio...

  La mente de Esperanza quedó suspendida en la nada, mientras, el religioso continuaba hablando. Triunfo se sentía radiante al saborear el tan deseado momento, seguro de que lograría hacerla cambiar de opinión. Sabiduría se mostraba muy solemne y Pensamiento apretaba los puños por debajo de su túnica; si él pudiera ayudarla... Triunfo dio el ansiado sí colocándole un suntuoso anillo; la princesa se quedó mirando como perdida a Perdón. El rey la observó severo; Esperanza sólo pudo bajar la cabeza, el religioso estudió al monarca el cual le hizo seña de proseguir.

  —Si alguien conoce algún motivo por el cual no deba realizarse esta unión que se haga presente... —Aguardó unos segundos. Pensamiento iba a dar un paso al frente, mas, su hermano mayor lo detuvo sujetándolo de un brazo.

El Eclipse Eterno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora