Día 22.

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  Los cazadores se desparramaron por el pútrido bosque en busca de un enorme jabalí que se había visto por la zona. El sol apenas empujaba a la noche...

  —¡Su Majestad! —Deshonor llamó en un susurro—. ¡Se fue río arriba!

  —¡Vamos! —ordenó saliendo al galope tras el camino que aparentemente había tomado la bestia.

  —¡Mi señor, aguarde! —Guerra exclamó y fueron tras él, mas, el corcel del rey era más rápido y, pronto, no pudieron seguirle de cerca.

  Al final, el monarca quedó solo en un paraje sombrío y nebuloso. El caballo se detuvo nervioso.

  —¡Tranquilo, Oscuro! —palmeó al cuadrúpedo.

  A su lado, las corrientes del río parecían reírse maliciosas; de repente, su vigilancia se desvió hacia unos matorrales; algo estaba ocultándose... El jabalí salió por sorpresa al ataque; el caballo se encabritó haciendo perder el equilibrio al confiado jinete, dando este con dureza sobre el suelo, perdiendo el arma que, hacía segundos, blandía su mano. Oscuro huyó espantado y Destino se incorporó adolorido y algo aturdido, en tanto, la bestia se preparaba para arremeter de nuevo contra él.

  A lo lejos, se oían las exclamaciones de sus hombres que habían hallado el corcel de su señor. Fue sólo un instante para que el animal atacara con furia, ignorando el linaje de su contrincante. Destino trató de atajar el golpe, pero, sólo acabó en las fuertes corrientes del río que lo arrastraron, aprovechándose de su debilidad. La herida seguía sangrando.

  Esperanza se encontraba con Optimismo; recién asomaba el día que prometía ser agradable y decidieron pasar unas horas de distracción en el lugar prohibido, junto al río, antes de que el reino despertara.

  —¿Sabes qué? —Optimismo cuestionó recostado en la hierba—. Si yo tuviera tus poderes haría que todo floreciera, que todo mejorara.

  —¿Sabes qué? —respondió a su lado, de pie—. Si yo supiera cómo, lo haría. —Rió y, luego, quedó seris—. En verdad que sí. —Suspiró melancólica, observando el advenimiento de las corrientes del Géminis. De repente, distinguió una oscura sombra que era llevada por las aguas—. ¡¿Optimismo, viste eso?!

  —¡¿Qué?! —Se alarmó incorporándose, en tanto, ella se acercaba al río.

  —¡Allí! —Señaló ya en la orilla—. ¡Ayúdame; creo que es una persona! —Pronto, ambos se zambulleron en las aguas y, con maña, lograron sacar el inerte cuerpo del Géminis, quedando del lado contrario a su reino. Optimismo lo primero que hizo fue echarse a descansar.

  —¡Vaya que es pesado! —exclamó. Esperanza, aún agitada, lo dio vuelta como pudo... Sus ojos repararon en su crespo cabello, jamás había visto a nadie con ese color. Pronto, retomó su objetivo y apoyó su cabeza sobre el pecho; el corazón aún latía.

  —Está vivo...

  —Qué bueno... —el chico replicó todavía intentando recuperarse— porque yo creo que no lo estoy.

  —¡Cielos! ¡Tiene una horrible herida en su pierna! ¡Deprisa, Optimismo, corta sus pantalones! —El joven obedeció y, luego, se lo quedó analizando. La princesa, en tanto, arrancó un gran lazo de su vestido lila que rodeaba su cintura—. Debo intentar sanarlo... —Apoyó su mano sobre la pierna afectada—. "Estoy aquí, por ti, para ti, porque me necesitas. Estoy aquí, por mí, para mí, ¿porque qué sería de mí sin ti? Una luz se encenderá... una luz se encenderá..." —Sus manos se iluminaron y la herida dejó de sangrar y quedó desinfectada. Luego, procedió a vendarlo, el escudo bordado quedó oculto, convertido en parte del vendaje—. ¡Ayúdame, Optimismo; que pesa!

  —¡S-sí! —Le levantó la pierna para que pudiera trabajar. Cuando acabó de cubrir la herida, Esperanza volvió a cerciorarse de que su corazón funcionara—. Es... Esperanza, creo que es... un... elfo...

  —Ya me di cuenta de eso, Optimismo —recalcó por la obviedad de sus puntiagudas orejas iguales a las suyas—. No sé porque lo ves como a un fantasma.

  —Es que...

  —Es lindo... a pesar de que está tan pálido por la pérdida de sangre...

  —Esperanza, mejor vayámonos de aquí... —le pedía inquieto—. Temo que, este sujeto, pertenece a este lado del río y nosotros, al otro.

  —Pero, no puedo dejarlo así, está muy débil... morirá. —Acarició su rostro y aproximó sus labios a su frente, posándolos con suavidad, apenas estaba tibio. Al alejarse, se encontró con aquellos profundos ojos violetas que la observaban confundidos. Ella quedó anonadada viéndolo...

  —¡Esperanza, vayámonos! ¡Tengo un mal presentimiento!

  —¿Tú... eres... un ángel? —susurró débil ante el juvenil rostro de amables ojos oscuros y rodeado de cabellos de fuego—. Te... te sentí... en mí... —Se encontraba otra vez en el límite de la inconsciencia.

  —Soy Esperanza —respondió con calma ante el aturdido elfo.

  —¿Mi esperanza...? —preguntó con esfuerzo y perdió el conocimiento. Optimismo tomó presto de la cintura a la princesa llevándosela consigo.

  —¡Vayámonos! ¡Alguien se acerca! —advirtió arrastrándola hacia el río.

  —¡Pero...!

  —¡Debemos irnos; es peligroso! —Volvieron a alcanzar la otra orilla, donde el religioso la sujetó de la mano para ocultarse juntos, tras unos arbustos, con el tiempo contado—. ¡Estate quieta; vinieron a por él! —Se agacharon y se mantuvieron inmóviles. Pronto, se oyeron cascos de caballos, exclamaciones y órdenes.

  —¡Rápido —Caos mandó—, levántenlo con cuidado! —Prestó atención al improvisado vendaje... Ese tipo de colores no eran de su reino... Observó perspicaz la orilla. Luego, reparó en la alfombra de césped que se había formado bajo el cuerpo del rey—. Muy extraño... —susurró—, mas, nada ilógico... ¡Vayámonos!

  —Creo que nos meteremos en problemas si alguien se entera de que pasamos al otro lado... —Optimismo murmuró una vez que los hombres se alejaron. Esperanza sonrió.

  —¿Y quién se va a enterar? Ellos no cruzarán para contarlo y nosotros no lo diremos. Y nadie nos vio. ¿Además, no dijiste que se trataba de un elfo?

  —Sí. Pero... —intentó explicar su teoría. Él nunca había visto uno realmente, pero, en su reino no había rubios ni vestían de negro.

  —¡Tonterías! Regresemos.

El Eclipse Eterno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora