Día 42.

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  Como por arte de magia, los soldados del rey Poder lograron salir del círculo infinito y marcharon de regreso a su reino con el sol subiendo sobre sus cabezas. El hecho de saber que ellos estaban fuera del sortilegio los hacía sentirse mejor y tenían prisa por hallar su hogar, su gente.


  En la habitación del rey, Esperanza dormía apacible; a su lado, él no dejaba de mirar su angelical rostro. Se mantuvo así por minutos, luego, se acurrucó junto a ella y la abrazó. Pensó que no existía calor mejor que el que estaba sintiendo a su lado.

  Cuando el astro rey comenzó a esconderse, Esperanza se desperezó y giró entre los brazos del rey que se hallaba admirándola desde hacía unos minutos, sorprendido por el inesperado abrazo y su proximidad. Estar así, enfrentados era una prueba demasiado dura para él, que luchaba contra el impulso de besarla, mordiéndose el labio. Por unos segundos, cerró los ojos y suspiró; mas, el verla de nuevo sólo resultó peor. Acercó sus labios hacia los de ella y se detuvo a milímetros de su rostro. Se suponía que no debía hacerlo, Sacrificio se lo había recomendado, pero... la tentación de saborear su boca era más fuerte y ya no podía retenerse, así que rozó sus labios, luego, estrechándola profundizó su beso con suavidad. Entre sueños, Esperanza le correspondió con lentitud hasta que cayó en la cuenta de que todo era muy real. Intentó protestar, mas, sólo consiguió poner una de sus manos sobre el varonil pecho para apartar; claro que no resultaba tarea fácil para ninguno.

  —Su Majestad... ¡Por favor! —rogó alarmada, él se detuvo y agitados cruzaron sus miradas.

  —Lo siento... —pudo decir—. Sé... que no debí... Pero... Fue demasiado.

  —Sí que lo fue —le reprochó enfadada o, por lo menos, eso quería aparentar; intentó darle la espalda.

  —¡Esperanza! —Se lo impidió—. No entiendes; no fue mi intención; es que... estabas tan cerca de mí y yo... no pude resistir.

  —¿Ahora, es mi culpa?

  —¡No, mi ángel; yo soy el único responsable! ¡Por qué por mucho que quiera, no puedo permanecer impune a tu belleza! Y no me resulta sencillo.

  —"Mi belleza" —ella se refirió a su don—. Pues, sí; inevitablemente todo el mundo queda fascinado; es obvio que alguien como usted, no puede resistirse. —Él suspiró.

  —No me refiero a tu poder, Esperanza. Es más, desearía que no tuvieras ninguno, que fueras una simple muchachita, así que, ya ves, no eres la única que no congenia con tu don. —Ella lo estudió; él hablaba en serio.

  —¿Por qué? —cuestionó. Destino sonrió ladino y la abrazó más.

  —Porque no soporto tener que apartarme de ti por su culpa, si todo lo que deseo es besarte una y otra vez. Y porque tu reino, quizás, pasaría por alto tu secuestro si no lo tuvieras... No quiero dejarte ir, Esperanza... Me gustas...

  —Su Majestad..., creo que está confundido... A usted le gusta el... —Él la detuvo.

  —No te atrevas a decir que estoy fascinado con tu don porque si no, te demostraré lo contrario y te besaré así me muera con un bosque encima de mí. Además... no me importaría morir en tus brazos; si me detengo es sólo por ti, mi ángel. —Ella quedó meditabunda.

  —Yo... Si conociera la forma de perder mi don... —Lo miró—. Pero, no existe. —Destino la observó atrevido y encandilado.

  —¿De verdad? —Le sonrió y ella comprendió lo que él había pensado y se sonrojó.

El Eclipse Eterno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora