Día 48.

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  A la hora de dormir, Esperanza se desperezó ya metida en la cama, él terminaba de desvestirse.

  —Ha sido un lindo día el de hoy.

  —Nuestro primer día como prometidos. —Él sonrió ante el comentario.

  —Sí, es cierto. —Esperanza le retribuyó y Destino se metió bajo las mantas. Se la quedó viendo un instante, como calculando—. Eh... Esperanza, hoy, será mejor que no... nos abracemos... ¿entiendes?

  —¿Que no...? —No pudo acabar la frase por lo raro que le parecía esa proposición—. ¿Pero... por qué?

  —Mi ángel, soy un caballero, mas, hay situaciones que no ayudan a que me comporte como tal y... supongo que, querrás aguardar hasta la noche de bodas... —Ella se sonrojó más que de costumbre al comprender—. Claro que, si no es así, no debes sentirte mal y... bueno, soy todo tuyo de todas formas. —La joven no podía pronunciar palabras.

  —Su... Su Majestad...

  —Destino. —La corrigió y ella asentó con la cabeza.

  —¡¿Por qué me hace abochornar de esta manera?! —se enfadó—. ¡¿Por qué no me dijo algo antes de entrar?!

  —¿Por qué te pones así? —indagó extrañado—. En ningún momento pensé hacerte enfadar, ángel. —Tomó una de sus manos, ella estaba al borde de las lágrimas—. ¿Esperanza, qué te sucede en realidad? —La abrazó.

  —No lo sé... Quiero estar con usted, pero, me da pánico lo que pueda suceder...

  —Mi amor... —la cobijó más— dime qué quieres que haga. ¿Quieres que envíe por tu padre para que hablemos?

  —¡No lo sé! ¿Entiendes? Eso es lo peor, sé que tienes buena voluntad para arreglar las cosas, pero... —Tomó aire—. El problema no es sólo con mi padre... Está mi hermano que es bastante duro y está...

  —El capitán. ¿Piensas que puede conmigo?

  —No; no es eso... Ellos son mayoría y están furiosos... y... si algo saliera mal... —La miró a los ojos—. Yo no quiero perderte... Podría resistir si sé que volvería a verte, pero, si no...

  —Eso no pasará... —Se mostró pensativo unos instantes—. Casémonos.

  —¿Qué?

  —Casémonos antes de que lleguen. No pueden deshacer algo que ya está hecho... Lo único que lamento es que... no podré darte una debida ceremonia y ni siquiera una despreocupada vida de recién casados.

  —No sé... —rió nerviosa— qué sería mejor... o peor... ¿Cuándo?

  —No sé... —sonrió—. En tres, dos días... Mañana... —Permaneció meditando en todo lo que había soñado para el día de bodas—. No será tan malo, por lo menos, tenemos a tu hermano.

  —Sí. Pero, él también está en una situación como la nuestra o casi...

  —¿Lo hacemos?

  —¿Qué? —Él sonrió pícaro.

  —Casarnos.

  —¿Mañana? —preguntó dudosa.

  —Si quieres.

  —¿Pasado mañana? —pidió con gracia—. Necesito un poco de tiempo.

  —Mh... —frunció la nariz—. Está bien. —La besó—. Nos dará tiempo para organizar algo, aunque sea sencillo. Cualquier cosa que necesites, ya sabes.

El Eclipse Eterno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora