Día 54.

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  Esperanza se hallaba dormida en su cuarto, en el reino de su padre. Su respiración era la de un feliz descanso. Giró e intentó abrazarse a la nada, lo cual la alarmó. Grande fue su confusión y decepción al hallarse en su hogar. ¿Acaso, habría sido un sueño? Afuera brillaba el astro rey, mas, no recordaba qué día era, ni qué había sido sueño y qué realidad, pero... todo había sido tan vívido; el rapto, la boda, el ataque, su sacrificio y aquel último instante en que él había prometido protegerla con su vida... Miró hacia el ventanal, cerca se encontraba una silla con el vestido de sus sueños, se asustó y miró su mano donde se resolvieron sus dudas y sus temores nacieron transformados en llanto y angustia.

  —¡No! ¡No es posible! —Lloró—. ¡No así!

  Afuera, junto a su puerta, una criada se asomó presurosa y fue a dar aviso de que la joven había despertado después de días. De inmediato, llegó su madre que presta evitó que se pusiera de pie.

  —¡Esperanza, hija; aún estás débil!

  —¡Mamá, debes ayudarme; debo verlo! —Lloró sobre sus hombros.

  —Hija... —Trataba de apaciguarla en sus brazos sin caso alguno, la joven no encontraba consuelo.

  —¡¿Dónde está, madre?! ¡Dímelo, por favor!

  —Esperanza, debes aguardar y reponerte... —Esperanza sólo se inquietó más.

  —¡No! —Procuró de incorporarse para ir hacia la puerta. En eso, llegaron su padre y hermanos, ansiosos por verla recuperada.

  —¡Esperanza... —la atajó el rey— calma, hija! —Ella lo miró suplicante.

  —¡Padre, por favor; debo verlo!

  —¿Pero, hija...?

  —¿Qué sucede, mi ángel? —Se oyó una voz detrás de toda su familia—. ¿Tanto escándalo porque me ausenté unos minutos? Eres muy exigente. —Rió apoyado en el marco de la puerta. Y ella tuvo las fuerzas necesarias para correr al amparo de sus brazos, en medio de las lágrimas.

  —¡Destino...! —Lloró más aún.

  —Ya, ya, mi amor; aquí estoy...

  —¡¿Por qué me dejaste?! —le reprochó con lagrimones en sus ojos.

  —Siento haberte asustado... —Acarició su rostro—. Sólo fui unos minutos a recibir un mensajero. —La levantó en brazos, en tanto, su suegro hizo seña a su familia de dejarlos a solas. Destino la regresó a la cama—. Mi ángel, ya pasó. —Besó sus ojos.

  —Creí... Creí que nos habían separado... o peor...

  —Ya no; soy tu esposo. Te será difícil deshacerte de mí.

  —¡Tonto! —Lo abrazó—. ¡Me llevé el susto de mi vida y todavía bromeas! —Él rió y se miraron.

  —Te amo, ángel; y mientras este amor exista, nada, absolutamente nada, podrá separarme de ti.

  —Yo... —Se sonrojó—. Tú... me... gustaste desde... aquel día...

  —En el río —él completó con una sonrisa.

  —¿Lo sabías? —habló azorada.

  —¿Soy un elfo lindo, no?

  —¡Eres...! —iba a enfadarse hasta que cayó en la cuenta de que eso pretendía él y acabaron riendo.

  —Ahora, mi amor, iré a pedir que te preparen una buena comida y no quiero que te levantes, ¿sí? Perdón dijo que necesitas unos días de reposo para poder regresar y sólo me ausentaré unos instantes. Así que, no te angusties por más que sea tan lindo... —fue hacia la puerta— a pesar de ser tan pálido. —Le guiñó un ojo antes de marcharse dejándola perpleja. Oyó que, desde el interior, ella gritó molesta su nombre y él se alejó riendo.

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N/A: ¡Esto no termina aquí, eh! Así que para darle un cierre prolijo, a mitad de semana subo el siguiente.

El Eclipse Eterno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora