2016

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Llevaban una hora caminando y no se veía rastro de civilización cercana, los pies dolían y el buen humor se había fundido con el sol, había aparecido la hora de aceptar la inutilidad de sus esfuerzos.

-Me rindo- dice Vanessa sentándose en el pavimento, esta tibio por el sol aunque ya se está nublando. Sus amigos le secundan acercándose a su lado, algunos se acuestan y otros solo suspiran resignados.

-La próxima vez vayamos al cine- recomienda Sofía, sus primeras palabras durante todo el viaje.

Héctor abraza a su novia y añade.

-Bueno, si sobrevivimos será una buena anécdota que contarle a nuestros hijos.

El silencio del campo les envuelve y todos sueñan con regresar a casa.

-Cuando menos no estamos en una isla desierta- añade Alonso- las noches son más frías...

-Pero podríamos hacer señales de humo- gruñe Antonio

-Estas en todo tu derecho de intentar hacer señales de humo ahora- ríe Federico- vamos, admitan que es lo más divertido que han hecho en mucho tiempo. Ya saben, desde la secundaria...

-Supongo que ahora querrás que le agradezcamos a tu coche por detenerse- le sonríe Katia.

-No me recuerdes esa carcacha, cuando menos esto servirá para que mi padre me compré otro coche...

Los minutos pasan y esa pequeña parada se prolonga, Antonio y Federico comparten una manzana, Sofía lee un libro para su examen de psicología, Vanessa trenza el cabello de Tabatha, Alonso y Héctor hablan de términos de ingeniería y Katia toma algunas fotografías del paisaje.

El sol desaparece y las nubes anuncian que lloverá, caen algunas gotas salvajes, gotas que duelen más de lo habitual.

-¿Es lluvia ácida?-pregunta enojada Vanessa, que suelta el cabello de Tabatha aún sin terminar de peinar.

-Duele como si lo fuera- apunta Antonio.

-¡Lo que faltaba!-grita furioso Federico.

Los rayos suenan y todos miran al cielo, suplicantes pidiendo que no mueran de gripa después.

Es entonces cuando escuchan un pitido.

Una vieja camioneta de color rojo se orilla a su lado.

-¿Quieren que los lleve?

Los campistas asienten felices, suben a la parte trasera de la camioneta, y aunque saben que la tormenta y por ende el agua es inminente y que se mojaran de todas maneras, están felices de hallar alguna alma piadosa en ese paraje...

Llueve como jamás han visto, una lluvia pesada, grisácea y que parece jamás parar. Nadie se pregunta a donde los lleva la camioneta, pero se comienzan a asustar cuando se detienen en una polvorienta casa con finta de no poder sostenerse ante la lluvia.

El hombre se baja y les hace señas de que lo siga. Saca de su bolsillo una llave oxidada y abre la puerta.

Los campistas no saben si aceptar el ofrecimiento, pero la lluvia parece que quiere desplomar el cielo y lo mejor es estar afuera de su alcance.

La casa es tal polvorienta como por afuera. Alguien estornuda.

-Perdonen que no me haya presentado antes. Pero, primero, permítanme ir a buscar toallas aquí, están empapados.

El hombre se marcha y todos se miran confundidos.

-¿Y si es un violador?-susurra en su oído Katia a su novio

Esas miradas no duran mucho, el anfitrión regreso más rápido de lo que se esperaban y les indica que vayan a la cocina.

Todos miraron a ese homnre con cabello muy blanco y una sonrisa demasiado bondadosa en su rostro.

-Soy el Doctor Enrique Dimó. Mi padre tenía muchas casas y yo me encargo ahora de rentarlas, de hecho venía a esta cuando me tope con ustedes...

-Bueno, nosotros esperábamos que usted pudiera ayudarnos con nuestro coche- sonríe Tabatha- se quedo varado un par de kilómetros atrás...

-Mala cosa eso de quedarse varado aquí... no hay ningún mecánico en 20 km a la redonda... ¡No, no! Esperen, uno de mis inquilinos es mecánico. Iré a su casa y lo traeré para que arregle su coche.

-No queremos molestarlo...- suspira un tanto temerosa Katia

-No es ninguna molestia, quizás allá en la ciudad todos sean un tanto egoístas, pero en estos lares todos somos muy solidarios, además, al entrar a mi casa se volvieron mis invitados... No se preocupe, Señorita, tengo que ir a ver al mecánico de todas formas, hay algunos desperfectos en su casa, así que matamos dos pájaros de un tiro...

-Siendo así...

-¡Perfecto! Entonces me iré de inmediato, aprovechando que la lluvia se detuvo un momento (era verdad, mágicamente había parado de llover) y volveré más rápido de lo que esperan. Instálense y siéntanse como en su casa...

La casa del locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora