2016

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-Vale. Entonces han matado a alguien...-comienza Vanessa

-Quizás solo sea sangre de fantasma, como en el fantasma de Canterville...- sugiere Antonio

-¿Crees en fantasma?-la mira atónita su ex novia filosofa

-No. Pero en las películas de terror siempre muere primero el escéptico y ese no quiero ser yo...

-¡Nadie va a morir!-grita irritado Federico, más por decir algo que por no sentir temor- Hay que salir de aquí

-¿Por dónde genio?-le reta Vanessa- La puerta está cerrada con llave, la casa es altísima y no se puede saltar por las ventanas, la puerta trasera de la cocina también está cerrada y el jardín está cercado con una reja de dos metros y medio...

-Siendo así, pido morir después de Alonso-contesta Federico derrotado

-¿Porqué después de mi?-pregunta el doctor

-Por lo que dijo Antonio, tú eres el escéptico y si muero segundas no tendré que preocuparme por ser el siguiente en morir...

-Nadie va a morir- repite Tabatha- lo mejor es espera a que regrese el doctor

-¿Y qué nos mate?-pregunta Katia

-¡Ah no! ¡A mí me mata un fantasma o nadie más!-grita el abogado Antonio

-No va a matarnos, quizás nos dé respuestas- opina Sofía.

-No, no, no hay que decirle nada- continua la filosofa- no debe saber que estamos al tanto de la situación del asesinato, la ignorancia siempre es una buena defensa...

-¡Hay que llamar a la policía!- sugiere Héctor

-¡Oh sí!-replica Vanessa- sería algo así: ¡Bueno, policía, llamo porque halle sangre en una casa deshabitada que nos presto un doctor! ¿Qué donde esta? ¡Oh, está a la mitad de la nada!

-Me gusta más la idea de fingir ignorancia- responde Federico finalmente- mientras tanto podemos buscar cualquier pista que nos diga donde hemos venido a parar.

-Creí que eso era obvio- sonrió Antonio- En el infierno.

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La vieja casona solo está repleta de pequeños cuartos, como en un hotel, en el que no se ve que haya habitado nadie, camas blancas y mueblecitos de madera idénticos, sin ninguna pertenecía que demostrara que esto antes hubiera sido un hogar.

No encuentran ningún otro rastro de sangre. En las paredes hay cuadros de personas gritando, como si estuvieran al borde la locura y en una mesa de centro encontraron un ramillete de hortensias marchitas, continúan buscando y hallan un viejo telescopio y por allá un violin empolvado, pero fuera de eso nada interesante.

Cuando menos hasta que entran a un estudio.

Es amplio y bien iluminado, ni siquiera con la tormenta que comenzó de nuevo evita mirar todo lo que hay en esa habitación, hay muchos libros todos forrados con cuero de colores rojizos, Sofía pasa los dedos por los lomos y lee los autores.

-J. Piaget, C.G. Jung, S. Freud ¡Estos son libros de psicología!- exclama sorprendida maravilla y aterrada.

-Miren esto- señala Katia en la pared.

En la pared se encuentran fotografías enmarcadas en blanco y negro, que con el tiempo se han tornado cafés. Hay fotos de enfermeras sonrientes mientras hablan con un paciente, hay otras en las que hay doctores revisando el pulso a un enfermo, por allá están un par de pacientes alrededor de otro que sostiene una mano como si la leyera, hay una imagen muy fea de una mujer mayor con traje de baño y por allá un hombre que escribía con una pluma y un tintero.

El escritorio está muy ordenado, pero hay encima un montón de papeles escritos a mano y amarillentos por el ambiente, todos les echan un vistazo.

-Has acertado- murmura Sofía- Era el infierno.

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La casa del locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora