19 de junio de 19...

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Esta es la historia, de un zapatero que quería algo más que hacer zapatos y no es que hacer zapatos sea algo tan malo, pero lo es cuando se tiene un sueño como Tomás...

Desde el vientre de su madre, Tomás había aprendido a usar sus manos como una herramienta divina, como si cualquier cosa que tocara pudiera convertirse en una hermosura y la verdad es que podía hacerlo, no importaba si fuera una piedra o que tuviera 10 años, Tomás todo lo convertía en arte, el ansiaba ser: escultor, sin embargo, el mundo no suele cumplirnos lo que deseamos y su pobre madre le envió con un tío lejano para que le enseñaran el oficio de zapatero...

Y resulta que el mundo regala oportunidades que son la diferencia entre el éxito y el fracaso...

Acudía al pequeño taller de Tomás, Camila Vergara, eran los zapatos más finos y bellos que el zapatero hubiera tocado... fue con la regularidad de las visitas que daba la señorita al taller cuando Tomás se entero de un dato interesante: Camila Vergara era hija de un escultor...

¡Un escultor de verdad! Un hombre que podía entenderlo, ¡Un verdadero artista...!

Don Benjamín Vergara era un excelente escultor e intimo amigo de brillantes intelectuales y aunque ahora su única producción artística se mostrase en sus visitas al parque para alimentar aves, el escultor aún tenía talento...

Y he aquí la solución que encontró Tomás...

Era un hombre agraciado, hay que ser honestos en ese punto, y con el cortejo adecuado podría echarse a la bolsa a cualquier chica encantadora, podría ganarse el corazón de Camila Vergara...

No fue una tarea sencilla, Camila era una muchacha con sesos, de esas que no suelen verse muy seguido, sin embargo, la persistencia suele dar frutos muy bien logrados si se administra en dosis adecuadas...

Y aunque a Don Benjamín no le agrado del todo la idea de que su hija emparentara con un humilde zapatero, aceptó el enlace con tal de ver a su pequeña siendo feliz...

Pronto, Tomás se aseguro de enseñarle a su suegro que tenía un interés en su arte y no solo eso, sino también interés en querer aprenderlo...

Don Benjamín, encantado le enseño sus secretos a Tomás, después de todo, no podía dejar que sus saberes se perdieran en el Limbo, no cuando ya había intentado enseñárselos a su hija y esta era menos artística que una cebolla...

El suegro de Tomás admiro su talento e incluso le consiguió que se presentaran por primera vez sus obras ante los amigos intelectuales de Don Benjamín...

En fin, el futuro se encontraba brillante frente a él...

Pero, los días soleados siempre se pueden nublar y así ocurrió...

Un día, tocó a la puerta de la hermosa casona de Don Benjamín, una muchacha sencilla pero primorosa que solicitó trabajo, Camila, necesitada de una mano extra le otorgo el trabajo sin rechistar, Sin embargo, a Tomás no le alegro mucho la noticia...

La muchacha en cuestión era Soledad, una humilde muchacha del pueblo de Tomás, a quien este le había propuesto matrimonio antes de que su madre lo mandara a la capital a instruirse como zapatero y la muchacha, decidida y derecha había venido a exigir a Tomás que se la hiciera efectiva...

Soledad pareció entender muy bien la situación en la que se encontraba Tomás, o cuando menos la que le contó, el nuevo escultor refirió que ansiaba casarse con ella pero que estaba imposibilitado pues, se había casado con Camila para convertirse en artista y así poder darle lo mejor a Soledad...

Y las cosas en la casa se convirtieron en una novela, Soledad se entregaba a Tomás confiando en su palabra, aunque de vez en cuando lloraba en las noches y Camila tan superficial y orgullosa parecía incapaz de darse cuenta de nada que no fuera de lo bella que amanecía todos los días...

Pero, un día de esos que Don Benjamín quería verificar el avance de una obra que le había comentado su yerno, que abre el estudio dispuesto para este fin y se encuentra a la criada y a Tomás besándose y suspirando en el suelo del estudio...

Don Benjamín estaba iracundo, amenazó a Tomás con acabar con su carrera y se giro para hablar con su hija, el ex yerno alcanzó el cincel con que trabajaba y de un tajo atravesó a Benjamín, Camila escucho el escándalo y acudió para ver como su padre caía en un charco de sangre...

Y aquí esta, el zapatero acariciando el último zapato que ha podido acabar y de eso hace muchos años, algunos ilusos cuentan que una vez fue escultor, pero ¿quién podría esculpir con la locura cernida sobre su cabeza?

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La casa del locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora