15 de mayo de 19...

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Los espectáculos en esa pequeña ciudad era muy raros, cuestión por la que la mayoría buscaba asistir a ellos, no importaba si era un loco o un charlatán, siempre y cuando fuera nuevo.

Así, le llego el turno al Gran y Magnifico Samperio, un fabuloso ventrílocuo cuya fama alcanzaba a chocar con los rayos de la luna. Fue un espectáculo maravilloso, no es que nadie supiera cómo funcionaba este asunto, pero Samperio hacia charlar a su muñeco como si tuviera vida.

Samperio se presento con éxito en la ciudad.

Una muchacha le observa con mayor atención que todos, no le interesaba el extraño don del que estaba provisto Samperio, le gustaba él.

Se habían conocido en el tren de camino a la pequeña ciudad y descubrió en la personalidad del artista una oscuridad que pretendía alumbrar.

Samperio era un hombre solitario, no podemos dejar de mencionar que era encantador en el trato con sus asistentes y con una belleza que no estorbaba a su masculinidad, el único compañero constante que tenía era su muñeco, un viejo armatoste de madera con una cara dibujada a fuerza con un cuchillo como si el que lo diseño pareciera ansioso de evitar que pareciera humano. La muchacha le seguía a todas partes, esperando el momento oportuno para hablarle...

-Mi amigo me ha dicho que nos has estado siguiendo- señalo el ventrílocuo a la muchacha

-Y-yo... he querido felicitarlo por su excelente presentación en el teatro. Sabe, usted, ha quitado el aburrimiento a esta ciudad...

-Supongo que esa hazaña me representa merecedor de un premio.

-¿Una calle o una estatua...?

-¿Qué tal un paseo por la ciudad? Pero, debe ser un buen paseo y debe ser con una muchacha que conozca a la perfección la ciudad, ¡Ah! Y debe ser guapa esa muchacha.

-Pide usted mucho.

-No, no, creo que es un precio justo.

-Bueno, usted tendrá que buscar a esa muchacha guapa yo ahora tengo que...

El ventrílocuo la agarra de la mano

-Usted ahora tiene que enseñarme la ciudad... aunque, no sé si pueda enseñarme algo más hermoso que usted...

Las ciudades, sea cuales sean, tienen encantos que con la persona correcta se convierten en el paraíso, y esta vez no fue la excepción. Solo fue necesaria una tarde para que se dieran por enamorados.

El ventrílocuo amplio su estancia y sorprendentemente la gente no se canso de observarlo o quizás sabían que en el fondo, el espectáculo solo se realizaba para que tuviera un pretexto de estar junto a su amada, cualquiera que haya sido la causa de su éxito demoledor, Samperio descansaba sin pesar alguno en las nubes ficticias que crea el amor.

Sin embargo, los amantes suelen buscar problemas donde no los hay, es una necesidad biológica del hombre de acabar con todas sus relaciones interpersonales, como si ansiaran ser víctimas del dolor y requirieran sentirlo.

Esta pareja tenía por problema aquella circunstancia que los había unido. A la muchacha le desesperara el que el estúpido muñeco tuviera que acompañarlos a todos lados y que Samperio quisiera hacerlo participe de cada cosa que se decía.

-¡Es un muñeco!

-¡Es mi trabajo, mi arte y mi pasión! ¿Qué vas a saber tu que solo vives en esta ciudad mugrienta?

-¿Mugrienta? ¡No has visto a tu muñeco!

Y las discusiones se extendían por horas y horas...

Uno ama a una persona con defectos, manías y locuras, sin embargo, en nuestro imaginación acariciamos la idea de cambiar esos defectos, esta muchacha no era la excepción, así que ideo un plan...

Fue temprano al hotel donde se hospedaba el ventrílocuo, habían discutido la noche anterior así que se presento allí como si quisiera disculparse.

Pidió al recepcionista que anunciara su llegada al artista y cuando este se volteo para hacer esa tarea, la muchacha se escabullo hasta el cuarto del ventrílocuo...

Lo vio salir y afortunadamente no llevaba al muñeco...

Entro sigilosa y encontró al muñeco sentado en una silla, por la posición en la que estaba parecía que Samperio había estado platicando con él como con un viejo amigo.

La muchacha, presurosa, saco un cuchillo y se acerco a destruir al muñeco...

Una sabia negra, como el alma de un hoyo negro, se desprendió del brazo que la muchacha cortó.

-¿Nunca entendiste porque mi alma era negra, verdad?-susurro en el oído de la muchacha el ventrílocuo...

*******

El ventrílocuo mejora en su arte cada día, se entretiene mostrando su talento a todas las personas que pasan junto a él, sin embargo, los espectadores no siempre son indispensables, a veces platica con su muñeco estrechándolo entre sus brazos, lo que nadie sabe es que no puede soportar el silencio porque hay otra voz de ultratumba que lo persigue.

Es la voz de esa muchacha le grita que suelte al muñeco, no importa cuántas veces la haya acuchillado, no importa cuánto le insista, ya sabe que es muy tarde y que quizás el ventrílocuo no es él.

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La casa del locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora