09 de junio de 19...

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Renata Corbín tuvo que bajar esa tarde de la banqueta para no pasar por debajo de una escalera, era un día especialmente nefasto, pues se trataba del martes 13 y se tenía que ser cuidadoso. Procuro evitar la casa de su vecina Doña Cata quién tenía un gato negro pese la exhortación de la familia Corbín porque se deshiciera del animal.

Renata iba muy bien, segura de que nada malo podría pasarle, cuando, tropezó con una chica que estaba mirándose en un espejo y este cayó al suelo... fue entonces cuando lo miró.

Era alto y gallardo, se acerco de inmediato para saber si alguna se había cortado al recoger la pedaceria de cristales, a pesar de que la chica del espejo era muy bonita, su atención se centro de inmediato en Renata... ella se percato pero lo ignoro, no estaba para andar romantiqueando en un día como aquel...

Renata fue a comprar las cosas que hacían falta en su casa, cosas que por supuesto eran de verdadera necesidad, de haberse podido nadie hubiera puesto un pie en la calle. Estaba en el mercado y creyó distinguir un breve destello de una mirada que la contemplaba con veneración...

Era un día caluroso y Renata se acerco a comprar un helado, cuando estaba a punto de preguntar cuánto sería, una mano se adelanto...

Ahí estaba de nuevo, aquel apuesto caballero le sonreía con especial alegría, como si se hubiera encontrado una joya vagabundeando en la ciudad.

-Soy Santiago ¿y tú eres?

-Y-yo... yo tengo prisa.

-¿Te invito un helado y ni tu nombre recibo?

Renata enrojeció y salió corriendo...

-Me tomo un poco de tiempo el saberlo, pero lo he averiguado, Renata- sonríe Santiago

-¿C-como lo sabes?

-Preguntando se llega a Roma... además, era imposible que nadie supiera el nombre de una chica tan hermosa como tú.

Habían pasado 3 días de su encuentro y Renata supo que no podía volver a escaparse de ese hombre.

Renata era supersticiosa, pero no por convicción propia, sino por las de sus padres... todo había ocurrido así.

Renata tenía tres días de nacida, cuando apareció una mujercilla andrajosa y con finta de vagabunda y tocó a su puerta.

La madre de inmediato le ofreció abrigo y comida y su buena acción recibió una recompensa.

-Ya que has sido tan buena conmigo, te ofrezco la salvación para tú hija...- la niña estaba en el segundo piso, era imposible que la anciana supiera de su existencia- La verdad no va a ser muy difícil, las pistas se encuentran en todas aquellas pequeñas costumbres que dice la gente.... Debe hacer caso de las supersticiones...

Ambos padres se rieron de esa advertencia y continuaron con su vida...

Una tarde, la madre de Renata tiro el salero sobre la mesa, al poco rato Renata fue llevada al doctor apelando mucha comezón: tenía varicela.

Otra vez, el padre de Renata, mientras acomodaba la sala tiro el espejo y Renata se fracturo la pierna...

La anciana había acertado. Era preciso seguir las instrucciones que les gritaba el universo, no era de extrañar que sus padres se opusieran al matrimonio de Renata y Santiago cuando escucharon la historia de su primer encuentro, después de todo, no era gran cosa, se habían conocido el martes 13.

Renata amaba profundamente a Santiago y era un sentimiento mutuo, había crecido sin rechistar los sobres los designios neuróticos de sus padres, ya era tiempo de que se rebelara antes esas tonterías como persignarse al ver una mariposa de esas grandotas negras o buscar durante horas un dichoso trébol de 4 hojas.... Así que, decidió, temerariamente, ignorar cualquier cosa que la separara de Santiago...

No podemos decir que haya existido un matrimonio más exitoso y feliz que el suyo... se amaban con ternura propia del noviazgo que se escapa en cuanto se declaran marido y mujer y se procuraban como dioses benevolentes que satisfacían las necesidades del otro.

Paso un año y todo era felicidad, tampoco es que Renata hubiera abandonado del todo sus prácticas supersticiosas, después de todo no es nada sencillo acabar con aquellas cosas que se tienen por ciertas desde la infancia de un solo tajo contundente, sin embargo, Santiago no parecía tener algún problema al respecto.

-Te conocí siendo una bruja, no puedo esperar una princesa- sonreía y ambos se reían cuando se hablaba del tema.

Estaba a punto de ser su aniversario de bodas, planearon una gran fiesta aunque solo se realizo para demostrar a los suegros de Santiago que se habían equivocado respecto a su intención del enlace con su hija.

Los invitados degustaban el vino, unas cuantas amigas envidiosas conversaban sobre la aparente felicidad de Renata y los padres parecían verdaderamente felices de que su hija no fuera desdichada.

Santiago tomó la palabra.

-Amigos, gracias por venir a acompañarnos esta noche, Renata siempre me ha dicho que soy muy bueno con las palabras pero se equivoca ¿Cómo voy a poder explicarles lo feliz que me hace esta mujer? ¿Cómo voy a explicarles las delicias del amor? Pues, en vez de malgastar esta velada intentado explicar cosas que son inexplicables, prefiero, simple y concisamente, agradecerle a esa persona que me ha hecho vibrar todas las sensaciones que un hombre debería tener el privilegio de sentir. Así que, frente a todos ustedes, amigos míos, les pido que sean testigos de mi eterno agradecimiento hacia Renata y mis ruegos para pedirle que me permita por muchos años más seguir siendo feliz a su lado ¡Salud!- Santiago se llevo la copa a la boca y antes de que diera el primer sorbo, cayó fulminado como si un rayo le hubiera perforado el corazón...

Lo siguiente, no es necesario contarse, Renata escuchó con atención la historia de la visita de la anciana que sus padres le habían ocultado y lo entendió todo, después, vino a preguntarse ¿Hubiera preferido dejar pasar la oportunidad de conocer el amor? No, probablemente no y aunque la suerte no se lo hubiera permitido en vida, seguramente en la muerte los reuniría de nuevo... mientras tanto, no había que hacer enojar a esa bendita suerte, lo mejor era seguir al pie de la letra sus peticiones...

-Debes comprar una pulsera roja para el mal de ojo- sonríe sin ánimos Renata- mira, muchacha, debe ser roja, no roja sangre ni rojo quemado, no debe ser un rojo que duela, compra un rojo alegre como el de las fresas en verano... comprarte una pulsera roja para el mal de ojo... y hazle caso a la suerte, ella sabrá recompensarte...

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La casa del locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora